Artículos y colaboraciones

POLICIAS Y ESCRITORES (IV)

COMISARIO FELIX MARTINEZ OREJON

Nace Félix Martínez Orejón el 28 de septiembre de 1914 en Madrid. Cuando cuenta 21 años aprueba las oposiciones para Auxiliares terceros del Cuerpo Auxiliar de Oficinas de la Dirección General de Seguridad que se habían convocado en enero de 1936 y que se celebraron en abril del mismo año. No hemos visto en la Gazeta su nombramiento como funcionario efectivo por lo que pensamos que el inicio de la Guerra Civil truncó su incorporación.



La guerra le sorprende realizando el servicio militar y participa en la contienda en el Bando Nacional. Sirve en el Regimiento de Infantería Aragón nº 17, que tenía su base en Zaragoza. Este Regimiento participó en numerosos combates en distintos frentes. En Madrid, donde recibió una Cruz Laureada de San Fernando colectiva por los combates en la Ciudad Universitaria entre 1936 y 1937, además de los combates en la Cuesta de las Perdices y del Cerro del Águila; en Aragón en Belchite, donde dos de sus batallones, también fueron galardonados con la Cruz Laureada de San Fernando colectiva, y Cerro Gordo; en la Batalla del Ebro y un largo etcétera. Fue ascendido a cabo y a sargento durante su servicio por méritos de guerra.

Acabada la guerra se incorpora como Auxiliar de Oficina de la Dirección General de Seguridad, oposición que había aprobado meses antes de iniciarse el conflicto y en cumplimiento a lo dispuesto por la Ley de Policía de marzo de 1941, y el posterior decreto de diciembre de 1941, (BOE 65 de 1942) que reorganiza la Policía Gubernativa del Estado, creando el Cuerpo General de Policía, por un lado y por otro el Cuerpo de Policía Armada y de Trafico, pasa a integrarse en la “Escala de Ejecución” del Cuerpo General de Policía que absorbió a los antiguos miembros de la Escala Técnica del Cuerpo de Investigación y Vigilancia, al personal dependiente de los Cuerpos Auxiliares de Investigación y Vigilancia, los Auxiliares de Oficinas Masculinos, a los antiguos Agentes conductores y a los Agentes Auxiliares Interinos. Su nombramiento como Agente de 2ª Clase aparece en el Boletín Oficial del Estado de 1 de noviembre de 1941.

En 1944, con antigüedad de 1 de enero asciende a Agente de 1ª Clase y aunque no hemos conseguido más datos sobre su carrera policial, podemos agregar que el 12 de Julio de 1967, cuando ostentaba la categoría de Comisario de 2ª Clase, recibe la Cruz al Mérito Policial con distintivo blanco.

FELIX MARTINEZ OREJON, ESCRITOR 

La carrera literaria de Félix Martínez Orejón es extremadamente prolífica. Publicó libros, además de con su nombre real, con los seudónimos de “Fel Marty”, sin duda el más conocido y que toma de “americanizar” su nombre y primer apellido; como Bromley Casson y como Martin Bradley, tocando todos los géneros literarios: Ciencia Ficción, Oeste y el policiaco, sin duda el más utilizado y donde, por razones obvias, él se sentía más cómodo. 

En el catálogo de la Biblioteca Nacional aparecen 221 registros con el nombre de Fel Marty, aunque varios de ellos son reediciones de algunas de sus obras antiguas, 8 registros a nombre de Bromley Casson (3 en 1963, siendo el primero «Telefonea el muerto», 3 en 1964 y 2 durante 1965, el último «Nicho para un cascarrabias») y uno con el nombre de Martin Bradley en 1965 («Buceando en el crimen»). 

El primer libro que publicó fue en 1949. Editado por la Editorial Rollán, fundada ese mismo año y que se especializó en la llamada «literatura popular» que tanto éxito tuvo en los años 50, y que se tituló «La llamada del "Gang"» y que posteriormente se reeditó en 1959 (numero 70 de la serie FBI, de la misma editorial Rollán) y en 1980 por la Editorial Andina y el último libro fue «Apuesto por “Grilo”» que vio a la luz por primera vez en 1962, luego fue reeditado en 1977 y finalmente en 1989. 

Sus novelas de “kiosco” tuvieron una gran popularidad, sobre todo las que tenían temática policial. Muchos de sus libros tuvieron segundas o terceras ediciones lo que indica su demanda por parte del público aficionado a esta literatura popular. Hemos leído varias de ellas y se nota, por el lenguaje y la terminología utilizada, la relación que tenía el autor con la Policía. El año 1960 fue el periodo donde publicó más libros, concretamente 20 títulos distintos.


Sus trabajos “más literarios” también tuvieron un importante éxito. Su primera novela, en 1956, fue «Turno de Guardia» donde relata 24 horas en una Inspección de Guardia en una comisaría de Madrid, con su libro “Hombres al desnudo” llegó a ser finalista al premio Planeta en 1957 y en 1967 recibe el primer premio del certamen literario “Inmortal Ciudad de Gerona” por su obra «Cuando las cruces no se alzan al cielo» donde relata las vicisitudes de un grupo de amigos en la preguerra, durante la guerra y en la postguerra.


Este premio tuvo, en su momento, un gran prestigio y sus jurados fueron literatos de gran entidad, como por ejemplo Guillermo Díaz-Plaja, José María Gironella, autor que según manifestaciones de Félix Martínez Orejón, “es para mí más que un maestro”, o Joaquín Pla Cargol. El propio Félix Martínez Orejón dice de su novela: “Se refiere a un grupo de jóvenes, que primeramente no tienen definida una ideología política, y que cuando ya la tienen estalla la guerra. Y las circunstancias geográficas, sitúan en bandos distintos a los ideológicos a los diversos protagonistas. Es la tragedia geográfica de nuestra contienda […]. Mi novela no es de guerra propiamente dicho. La guerra es el escenario donde se mueven mis personajes con toda la grandeza y la miseria de los seres humanos. Ellos lo son todo y así pueden seguir viviendo al llegar la paz, alguno todavía con el quizás un tanto pueril remordimiento de no haber sido más que un simple hombre con una insufrible carga de renunciaciones y desengaños”.





La novela «Cuando las cruces no se alzan al cielo» fue publicada por la Editorial Planeta y fue un gran éxito en el año 1968. La síntesis que publicaron los medios literarios sobre la novela decía lo siguiente: “Relato pues, panorámico, con evidente deseo de objetividad y utilizando un lenguaje directo; muy plástico y eficaz. El principal valor de la obra radica en el ambiente, en la atmósfera que el autor ha conseguido crear”. En otros medios se decía: “Martínez Orejón nos recuerda en no pocas ocasiones, la sobriedad estilista del mejor Baroja y, acaso más acentuadamente aún, la envidiable claridad de Gironella, con el que, en efecto, la unen muchísimas afinidades electivas.”



Para nuestro gusto su mejor novela es «Turno de Guardia», publicada por la editorial Luis de Caralt en noviembre de 1956. Refleja de manera muy certera el trabajo de la Policía. El nexo común del relato es una Inspección de Guardia de una Comisaría de Policía de Madrid. Dice el autor de esta obra: “Este Turno de Guardia no es una novela. Podía haberlo sido, mejor, muchas novelas, pero no lo es. Simplemente, veinticuatro horas de servicio de unos policías cualquiera en una comisaría cualquiera. Libro de la policía, de unos hombres, sólo hombres que piensan y sienten como hombres. Poca cosa, porque la policía es poca cosa. No se puede pedir más. Sacrificios, entregas, desvelos, sufrir con los que sufren y sentir, dentro de si, como algo propio, la tremenda desgarradura social del delito (como dice Tomás Salvador). Poca cosa”. 

Por ella pasan varios personajes, unos simpáticos, otros despreciables, pero todos interesantes. Peleas vecinales, estafadores, intentos de soborno, servicios humanitarios, etc. Basta ver el índice del libro para darse cuenta del abanico de personajes: Las furias, miseria, venganza, servicio de socorro, la redada, el rufián, carne de presidio son algunos de sus capítulos. 

La lectura de esta obra nos ha hecho recordar esas Inspecciones de Guardia que existían en todas las Comisarías de distrito de España en los años 50 a 80 y que servían de primera ayuda al necesitado, de consuelo a las víctimas de delitos e incluso mediaban en simples problemas personales o disputas familiares. Eran además perfectos conocedores de los distintos tipos humanos de su demarcación y que incluso tenían una estética similar: Una habitación mal iluminada y mal ventilada (en muchas ocasiones llena de humo), un mostrador y tras él, unos escritorios de madera, normalmente con quemaduras en sus laterales producidas al consumirse un cigarrillo, unas sillas viejas por el continuo uso, varias máquinas de escribir y dos policías muy atareados. 

En definitiva es, a nuestro gusto, un excelente libro que ocupa un lugar de honor en nuestra biblioteca.



Descrito por muchos críticos literarios como un escritor “serio”, “nada dado a la broma” y con “fuertes dosis de pesimismo”. Tal vez lo que ocurría, como le sucede a muchos policías, que tenía una visión realista sobre la condición humana y no es que fuera pesimista, sino únicamente un optimista informado.

En una entrevista aparecida en la prensa, el redactor del diario le preguntaba si estaba arrepentido de haberse dedicado a escribir, a lo que Félix Martínez Orejón respondió: “En modo alguno. ¡Cómo voy a estar arrepentido de escribir si cada una de las páginas de mis libros tienen un poco de mi vida, de mis esperanzas y de mis ilusiones de hombre para quien la literatura es más que un simple medio de expresión de las ideas: es una necesidad ineludible e inaplazable de conversar con todos desde la aparente simplicidad de un libro! Lo que ocurre es que el diálogo queda reducido a un número muy limitado de interlocutores y nosotros, los que escribimos, quisiéramos que tuviese amplitud universal”.

Antonio Alonso Rodríguez.

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ESCUADRON DE CABALLERIA DEL CUERPO DE SEGURIDAD DE BARCELONA (1909)

Interesante fotografía la remitida por nuestro compañero de la Orden de la Placa y el Mérito, Simón Javier Iglesias Andrés, que según nos informa localizó en internet.

Se trata de un instantánea donde aparece el Escuadrón de Caballería del Cuerpo de Seguridad de Barcelona que se conocería, popularmente, como el "Escuadrón de la Muerte", debido al color oscuro de sus uniformes azul tina.


Escuadrón de Caballería de Barcelona (1909)


El Escuadrón de Caballería de la ciudad Condal se creó en noviembre de 1907 si bien su primer servicio no lo prestó hasta el 11 de junio de 1908 una vez adquiridos por gestión directa 103 caballos, compra autorizada por una R.D. de 2 de abril de 1908 que dispone se autorice al Ministerio de la Gobernación a realizar tal adquisición en el formato referido, al no haber aparecido licitadores en las dos subastas publicadas con anterioridad. Igualmente se autorizan los gastos dimanantes del alquiler de un local para la ubicación de las caballerizas.

La foto, aparece fechada el 20 de septiembre de 1909, lo que nos parece correcto, ya que hasta el año siguiente, 1910 no se ordena la retirada de la teresiana como prenda de cabeza de la uniformidad del Cuerpo que es, precisamente, la que luce el personal que aparece en la foto.

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Policías y escritores (III)


EUGENIO BENITO POVEDA, COMISARIO PRINCIPAL DE CUERPO GENERAL DE POLICIA 


La tercera entrega sobre Policías-escritores trata sobre uno de los mejores agentes “de calle” con los que ha contado la Policía Española durante su dilatada historia. Nos referimos al Comisario Principal Don Eugenio BENITO POVEDA, el conocido Comisario Poveda, también llamado por los delincuentes como Don Benito, confundiendo su primer apellido con el nombre de pila o Sr. Poveda. Destinado siempre en unidades que combatían la delincuencia común, profesor en la Escuela de Policía y jefe, en sus últimos 7 años de servicio, de la Brigada de Investigación Criminal de Madrid cuenta con una trayectoria ejemplar, participando, durante sus 35 años de servicio, en la mayoría de las investigaciones de los delitos mas importantes que se cometieron durante su permanencia en la Policía. 

Una vez jubilado, además de continuar dando clase de “Práctica policial” en la Escuela de Policía publicó tres libros que tuvieron una excelente acogida entre el público: “La lucha contra la delincuencia” en 1953, casi un manual de las cosas que debe conocer un policía, “Dedos de seda” (1954), una novela policiaca y finalmente, “Las memorias del Comisario Poveda” (1956) donde detalla algunas de sus intervenciones policiales durante su carrera profesional.


Obras escritas (col. Antonio Rodríguez Alonso)
EUGENIO BENITO POVEDA: POLICIA 

Nace Eugenio Benito Poveda el 15 de noviembre de 1889, “hijo de unos padres modestísimos y formando parte de una familia numerosa […] me vi precisado a luchar mucho, pasando no pocas fatigas, lo que me honra y enorgullece”[1]. De sus primeras andanzas poco hemos podido averiguar, pero sabemos que en 1914, con 25 años de edad, cuando trabaja en labores administrativas en la compañía de seguros “EL Fénix Agrícola” decide dar un cambio en su vida y presentarse a unas oposiciones convocadas para el ingreso en el Cuerpo de Vigilancia, que era la denominación que en ese momento recibía la Policía Gubernativa. 

Tras un primer tropezón, ya que la primera vez que se presentó quedó aprobado sin plaza, consiguió su objetivo en la siguiente convocatoria, siendo nombrado miembro del Cuerpo de Policía el 25 de agosto de 1916[2]

Sus primeros servicios, como en tantas ocasiones los policías novatos, fueron patrullas nocturnas donde tuvo que bregar con borrachos, camorristas, chulos, prostitutas y otros personajes del “lumpen” madrileño. 

Pero su objetivo estaba ya decidido. Como buen policía de “calle” quería dedicarse plenamente a la investigación de delitos contra las personas, a la captura de estafadores, falsificadores y resolver crímenes. Para ello había dos caminos en ese momento, uno de ellos era la Brigada de Investigación Criminal y la otra unidad era la Brigada Móvil. Finalmente consiguió su destino en la Brigada Móvil que dirigía en ese momento el prestigioso Comisario Enrique Maqueda del Castillo[3] “hombre experto, y de ininterrumpida y larga práctica y otras buenas cualidades que reunía, constituía una base firme para mandar a los 130 Agentes o más, que integraban la plantilla de aquella Dependencia”[4]

Dentro de esa Brigada Móvil existía un grupo, mandado por un policía mítico llamado Pedro Herráiz Carrero, posiblemente uno de los mejores policías “de calle” que ha servido en la Policía Española, que tenían libertad de acción para trabajar en toda España e investigar los delitos más graves y que tenían mayor entidad. Pertenecer a él se convirtió en el objetivo del todavía novato Eugenio Benito Poveda. 

Merece la pena detenernos un momento en la figura de Don Pedro Herráiz Carrero. Nace en Madrid el 28 de marzo de 1876[5], desconocemos cuando ingresa en el cuerpo de Policía, pero tras la reforma legislativa de la Policía Gubernativa de Madrid de septiembre de 1907 convalida su puesto por oposición, con el número 54 de 355, el 11 de enero de 1908, y consolida la categoría de Agente. Esta reforma fue importantísima para los miembros del Cuerpo ya que entre sus disposiciones figuraba que los aprobados por oposición no podían ser separados del servicio más que por expediente disciplinario y no, como ocurría con anterioridad, por “conveniencia del servicio” lo que daba garantías jurídicas y estabilidad a los funcionarios[6]

Comisario de 3ª desde enero de 1929 y de 2ª desde 30 enero 1932. De memoria y retentiva legendaria, era, según el propio Poveda, el “archivo mental de la Policía”[7], conocía, y según parece no es ninguna exageración, a todos los delincuentes contra la propiedad que actuaban en España, su sola presencia pasaba “…de boca en boca como fugaz exhalación corrían “la triste nueva” para los maleantes y delincuentes […] que apresurabanse a huir en desbandada en el primer tren, por carretera o atravesando campos, setos y vallados para quitarse del alcance de su presa. La voz populi entre la gente del mal volaba como el viento. “¡Que está aquí don Pedro! ¡Me “aligero” porque ha venido don Pedro! ¡Don Pedro nos “musega” (conoce), salgamos por pies[8]”. En un reportaje de la Revista Blanco y Negro sobre la delincuencia de Madrid se decía de él “el comisario Herráiz es un policía de vocación, que conoce a todos los ladrones de España, sin excepción de uno solo[9]”. 

Otro gran Policía-Escritor, Antonio Viqueira Hinojosa en su libro “Historia de la Policía Española 1931-1936” dice sobre el Comisario Pedro Herráiz: “Herráiz poseía sorprendentes cualidades para su trabajo, merced a su portentosa memoria y retentiva visual sobre los malhechores, cuyas personalidades delictivas guarda en aquella como un auténtico archivo humano, lo cual le otorgó especial facilidad para sus investigaciones. Su mejor colaborador fue el agente Eugenio Benito Poveda…”[10]

Fue además, durante muchos años Profesor en la Escuela de Policía en la asignatura de “Prácticas de Policía”, auxiliado como profesor ayudante, precisamente por Eugenio Benito Poveda, que se hizo cargo de esa asignatura tras la jubilación de Pedro Herráiz en 1936, y que continúo dando hasta su retiro en 1951.

Comisario Enrique Maqueda del Castillo, Jefe d ela Brigada Móvil cuando ingresó en ella Eugenio Benito Poveda (col.  Antonio Rodríguez Alonso)
Comisario Pedro Herráiz Carrero, jefe del Grupo Especial de la Brigada Móvil (col. Antonio Rodríguez Alonso)
Tras conseguir ser destinado a ese “grupo especial” dirigido por el entonces Inspector Pedro Herráiz se convirtió, tras correr durante más de dos años tras los ladrones en uno de “los galgos de Don Pedro”, que así fue como los maleantes madrileños denominaron a Eugenio Benito Poveda y a su compañero de esa época, otro excelente policía llamado Fabriciano Fernández Quevedo. 

El 11 abril de 1924 se produjo un sonado robo con homicidio en el coche-correo del tren expreso que hacía la ruta Madrid-Andalucía que fue denominado por los medios de comunicación como “El crimen del expreso de Andalucía”. Durante la noche cuando el citado tren llegó a la estación de Córdoba se descubrió que los dos oficiales de correos que trabajaban en ese coche-correo, Don Santos Lozano León, de cuarenta y cinco años, y Don Ángel Ors Pérez, de treinta, habían sido asesinados y parte de los fondos que custodiaban robados. 

Inmediatamente la Policía comenzó las gestiones para resolver el delito e investigó múltiples pistas. Una de ellas señalaba a un chófer que había alquilado para ir a Alcázar de San Juan y regresar esa misma noche a Madrid llevando a varios pasajeros. 

Esa línea de investigación fue encargada a Eugenio Benito Poveda, que junto con otros compañeros de la Brigada Móvil, y bajo la dirección de otro policía excelente “D. Santiago Martín Báguena (q.e.p.d.)[11], Comisario excepcional y que por sus conocimientos y dominio de la función policial era un eminente catedrático de Policía”[12] invitaron al chófer a que les llevara al sitio justo donde se bajaron sus viajeros, pero a hacerlo a la misma hora que sucedieron los hechos, es decir, a las 6 de la mañana del 12 de abril. 

Se personaron pues todos los policías a las 6 de la mañana en la Plaza de Embajadores, junto a la escuela de Veterinaria, e interrogaron al chófer por la dirección que tomaron los viajeros manifestando éste que dos de ellos subieron por la calle Embajadores, portando un maletín y los otros dos anduvieron en dirección a la Ronda de Atocha.

Fotografía de Santiago Martín Báguenas en 1935, acompañado de sus hijos, publicada en el diario "Ahora" de Madrid el 3 de diciembre de 1935 (col. Antonio Alonso Rodríguez)

El Comisario Báguena, ordenó a Benito Poveda y a otro compañero que subieran por la calle Embajadores e interrogaran a todas las personas que transitaran por esa calle y a esa hora por si repararon en unos individuos “no habituales” en la zona y que portaran un maletín. Preguntaron a panaderos, obreros que a tan temprana hora se dirigían a sus puestos de trabajo hasta que llegaron al puesto de un churrero que por fortuna sí había reparado en ellos y que les había visto subir la calle hasta, al menos, la Iglesia de San Cayetano. Ahí vieron al sereno de la zona, que en esos momentos ya se retiraba al haber acabado su servicio y que le llamó la atención ver a dos sujetos, donde uno de ellos, el más alto, llevaba un maletín en la mano y les indicó que habían cogido la calle Fray Ceferino González. Y así continuaron, hasta que finalmente se perdió su pista en la calle La Ruda dirección calle Toledo, último punto donde alguien reparó en esos individuos. 

Gracias a esta investigación “de zapatilla” como se diría ahora, callejera e ingeniosamente realizada, siguiendo las instrucciones del Comisario Báguena a las mismas horas por las que pasaron los sospechosos, al día siguiente se centró la investigación en los distritos próximos a la calle La Ruda y Toledo, es decir, los distritos de Inclusa y Latina, investigación que resultó fructífera al entrevistar dos agentes a la portera de la finca situada en la calle Toledo 105, junto a la Fuentecilla, y que había reparado en que un par de hombres, uno de ellos con un maletín, y que no eran inquilinos de la finca, había entrado en el edificio a las 7 de la mañana y habían subido a la casa de un individuo que era conocido como “Teruel”. 

Tras varias gestiones se identifica al inquilino como Antonio Teruel. Éste, al verse acosado por la policía, prefiere suicidarse antes que ser detenido. Poco después son capturados sus cómplices, y tras un rápido juicio sumarísimo, José María Sánchez Navarrete, Francisco de Dios Piqueras y Honorio Sánchez Molina son condenados a la pena de muerte y ajusticiados por Garrote Vil. Otro de los cómplices, José Donday, que fue la persona que contrato el taxi para ir a buscar a sus compañeros en Alcázar de San Juan, condenado a 20 años de prisión. 

Así continúa su carrera Eugenio Benito Poveda, aprendiendo de los mejores policías de ese momento, como por ejemplo Enrique Maqueda del Castillo, Santiago Martín Báguena, Ricardo Castro Peinó o Pedro Herráiz Carrero, participando en la resolución de numerosos delitos y forjándose una merecida fama de excelente policía “de calle”. 

Numerosas son las referencias en la prensa de la época sobre su trabajo. Detención de timadores, estafadores, delincuentes contra la propiedad, en muchas de las ocasiones trabajando infiltrado o de incógnito disfrazado, por ejemplo, de camarero, taxista, vendedor de quincalla o tratante de ganado, donde, tras cinco meses de investigación, consiguió ganarse la confianza de varias personas de ese gremio que le permitió resolver un homicidio cometido en un pequeño pueblo de la provincia de Guadalajara llamado Puebla de Valles. 

Mucha repercusión mediática tuvo la detención de una red en diciembre de 1927 conocida como “la banda de los 20”, una organización que se dedicaba a falsificar cartas de crédito así como los manifiestos de carga de los vagones de ferrocarril y posteriormente proceder a la sustracción de vagones completos de mercancía. Esta banda operaba en Valencia y Barcelona y Eugenio Benito Poveda fue encargado directamente por el jefe de su unidad, el Comisario Ricardo Castro Peinó para el esclarecimiento de los hechos. Tras unas primeras investigaciones, consiguió identificar a uno de los jefes de la banda en Valencia, el conocido como “El nano del calcetín”, y tirando de él, al resto de sus cómplices, que llegaba al número de veinte. Se recuperaron gran cantidad de efectos sustraídos, los útiles para la falsificación, numerosos documentos y cheques ya falsificados y preparados para su puesta en circulación y armas y sus municiones. 

Además, cosa nada fácil, se consiguió detener al principal falsificador que trabajaba para la “banda de los 20”. Se trataba nada más y nada menos que de Mariano Conde Casado, un anciano de 84 años en ese momento, pero que había sido considerado como el mejor falsificador del sigo XIX y XX, involucrado en falsificaciones y estafas en España, Argentina y Estados Unidos. Fue muy famosa la realizada en 1901 y conocida como “La causa del Cantinero” donde Mariano Conde falsificó cartas, órdenes de pago y letras bancarias consiguiendo un nada despreciable botín de 1.000.000 de reales (unas 250.000 pesetas de la época), estafa que, pese a las numerosas pruebas en su contra, quedó impune ya que el jurado popular que enjuicio la causa le declaró no culpable del delito de estafa y falsificación. En el momento de la detención se encontraba ingresado en la prisión de Barcelona cumpliendo condena por estafa, donde desde esa institución, como ya había hecho en anteriores ocasiones, realizaba las falsificaciones que eran llevadas al exterior por alguno de sus cómplices. 

En una entrevista realizada por el Heraldo de Madrid[13] a un miembro de la Dirección General de Seguridad, tal vez al mismo Eugenio Benito Poveda, en relación a la detención de Mariano Conde, relata varias anécdotas sobre la calidad de sus falsificaciones, entre ellas como consiguió la libertad de un amigo suyo, encerrado en prisión, falsificando de arriba abajo un auto de libertad supuestamente firmado por el Juez Instructor o como, cuando ya había prescrito el delito cometido en el asunto del “Cantinero”, alardeaba delante de un Juez que le estaba interrogando “que había estado implicado activísimamente en el famoso timo de “El Cantinero”. 

El caso es que esta última detención le mantuvo en prisión hasta su muerte, que se produjo en 13 octubre de 1928 cuando pasaba de los 84 años de edad. Con ese buenismo tan estúpido que algunos medios de comunicación mantenían (y mantienen[14]) sobre los llamados “ladrones de guante blanco” numerosos periódicos de la época se dedicaron a relatar, en tono de admiración, algunas de sus numerosas fechorías, olvidando, incluso ridiculizando, a sus inocentes víctimas. Se llega a decir en alguna de las publicaciones que “fue un personaje admirable por su extraordinaria habilidad caligráfica y por la simpatía personal que inspiraba, aun dentro de la delincuencia en que vivió casi siempre”[15] o que “hasta la hora de morir ha sido un galanteador de mujeres”[16]. El caso es que tal vez la mejor reseña necrológica sobre ese delincuente, que empezó su carrera delictiva, por lo que hemos podido averiguar, en 1870, la escribiera el propio Eugenio Benito Poveda en su libro: “El único que no compareció en el acto del juicio [se refiere al juicio de la “banda de los 20”], fue el falsificador de celebridad internacional Mariano Conde. Creo recordar, decíase había fallecido en la Prisión Provincial de Madrid. Si es así, (q.e.p.d.), para bien de la Patria y de su tranquilidad eterna. ¡Dios le haya perdonado!”[17].

Miembros Primera Brigada de la División de Investigación Criminal el 7 de diciembre de 1931, fotografía publicada en la Revista “Los grandes sucesos” 18/12/1931 y descargada de la web “La biblioteca fantasma: reseña de libros viejos”[18]
Diversas reorganizaciones internas en la Policía, le llevan a pasar a la Brigada Móvil de Ferrocarriles y finalmente a la Primera Brigada de la División de Investigación Criminal, que tenía su sede en la calle Víctor Hugo de Madrid. En esas unidades, bajo las ordenes de excelentes mandos policiales como Pedro Aparicio de Cuenca, Santiago Martín Báguena (ambos asesinados por el Frente Popular), Gabriel Araque Cobos o Antonio Lino Pérez González, el célebre Comisario Lino y junto a excelentes policías como Fabriciano Fernández Quevedo, Marcelino de la Gándara Fraile, Rafael Fernández Ruiz (asesinado en Paracuellos del Jarama), Basilio del Valle Montero, Justino Arenillas Caballero, Gregorio Sánchez Isasia, Manuel Arrojo López (asesinado durante la Guerra Civil) y un largo etcétera, participa en la investigación de todos los delitos importantes que se cometen en España. Está presente en la investigación y detención de Ricardo Fernández Sánchez, alias “Ricardito” autor del macabro crimen cometido sobre Pablo Casado de las Navas, cuyo cuerpo descuartizado y decapitado apareció en una caja en la estación de ferrocarril de Mediodía; también en el conocido crimen de “La encajera de Carabanchel” o la detención de los autores del sangriento atraco cometido por siete individuos, en plena Plaza de la Villa, a la furgoneta que llevaba el dinero con la nómina de los empleados del Ayuntamiento de Madrid y que costó la vida del empleado municipal Don Álvaro Fernández Canelo, alcanzado con cuatro balazos en el vientre y otro más en la región lumbar y heridas a otros dos. El infortunado Álvaro Fernández era en realidad barrendero municipal, pero ayudaba en el traslado de fondos para tener un pequeño sobresueldo. 



Portada del diario “Ahora” (Madrid) 18-12-1935 donde se observa a Eugenio Benito Poveda tras el dinero recuperado al detener a los autores del robo de las nóminas de los empleados del Ayuntamiento de Madrid y del asesinato de Don Álvaro Fernández Canelo, empleado del mismo. 


Su historial profesional se fue ampliando además con la resolución de delitos menos graves, estafas, falsificaciones de monedas o de entradas a espectáculos deportivos.





Fotografía publicada en el diario Ahora (Madrid) 21-3-1934. En el centro, en primera línea, Eugenio Benito Poveda. A la derecha en la foto, con la mano dentro del abrigo, el Comisario Pedro Herráiz Carrero, maestro de Policías, y a la izquierda, el Inspector Manuel Arrojo López (asesinado por el Frente Popular durante la Guerra Civil). 

La guerra civil le sorprendió en Madrid, y fue declarado cesante por el Gobierno del Frente Popular, lo que normalmente llevaba anejo la detención del cesado y su más que probable asesinato en una cuneta. No hemos podido averiguar las vicisitudes de Eugenio Benito Poveda durante la guerra, pero al acabar el conflicto, fue confirmado en su cargo de funcionario de Policía y ascendido a la categoría de Inspector de 2ª clase[19]




Fotografía publicada en el diario “Ahora” (Madrid) 7-4-1936, un par de meses antes de la Guerra Civil, realizada tras el homenaje al Comisario Pedro Herráiz por su jubilación. Éste, sentado entre los Comisarios Aparicio y Lino (ambos con sombrero en la foto) tiene justo detrás a Eugenio Benito Poveda. En la fotografía aparecen la mayoría de los miembros de la División de Investigación Criminal de Madrid. Muchos de ellos fueron asesinados durante la Guerra Civil, como por ejemplo, el Comisario Santiago Martín Báguena, que se ve, sentado, en primera fila. 

Al año siguiente, con antigüedad de 1 de Julio de 1941 es ascendido a la categoría de Comisario, pasando a mandar la mítica Brigada de Investigación Criminal de Madrid desde 1944 hasta 1951, fecha de su jubilación. 

Durante ese tiempo comanda todas las investigaciones relevantes de las que se ocupa esa Brigada: Falsificadores de moneda (en 1944 es recompensado por el banco de España con 2000 pesetas de la época por la detención de unos falsificadores de billetes, premio que dona al Montepío del Cuerpo), bandas de atracadores, homicidios, como por ejemplo el conocido como el crimen de la “Carretera de Castilla” o “Crimen de la Fuente de la Teja” donde trabajó en estrecha colaboración con otro gran Policía-Escritor Tomás Gil Llamas Jefe de la BIC de Barcelona, resolviendo el homicidio cometido sobre la desafortunada Felisa Uña que había sido localizada en la Fuente de la Teja, en la Carretera de Castilla, con el cuerpo lleno de puñaladas. 


Noticia aparecido en La Vanguardia Española (Barcelona) el día 20/7/1948 

También dirige la desarticulación de varias bandas de atracadores, que maquillaban su criminal actividad delictiva con un supuesto activismo político. Así, en 1942 participa en la desarticulación de la banda dirigida por Manuel Campillo Gómez, que tenía en su haber, además de varios atracos, el asesinato del Policía Municipal Don Antonio de Diego Gutiérrez; en 1946 la detención de José Isasa Olaizola, alias Fermín y de José Antonio Llerandi Segura, alias Julián así como a otros de sus cómplices que había cometido, entre otros muchos delitos, el asesinato de Don Manuel Catalán Marco y de Don Julián Muguerza, empleados de la empresa Construcciones Huarte y Cia que trasladaban el dinero de las nóminas de los empleados, cuando fueron atracados en las cercanías del estadio de Fútbol del Real Madrid. 

En diciembre de 1946 es recompensado con una de las más importantes distinciones policiales, la Medalla de Plata del Mérito Policial. En la orden de su concesión se dice que el “…señor Benito Poveda, en el que se comprueba que bajo su dirección y debido a su preparación profesional, dotes de mando, celo, voluntad incansable y entusiasmo policial, se han llevado a la práctica por la Brigada que dirige, servicios que han obtenido brillante éxito y relieve extraordinario, en relación con el orden público…”[20]. En el acto de imposición de la condecoración, el Director General de Seguridad, Francisco Rodríguez Martínez, pone de manifiesto que el Comisario Poveda tenía en su haber más de 150 felicitaciones públicas y premios “…destacando sus excepcionales dotes de afabilidad, hombría de bien, valor personal, competencia y, sobre todo, vocación”[21]

En 1947 dirige la operación que acaba con un grupo criminal, en realidad una macro-operación como se diría ahora, por el número de detenidos totales, más de 150, que entre sus “hazañas” se encontraba el asesinato, a traición, de un sereno en la calle Jaén el día 5 de febrero de 1947, de dos Guardias Civiles en la localidad de Cabanillas de la Sierra en noviembre de 1946, cuando fueron sorprendidos por ellos transportando más de 100 kilos de explosivos, y otros dos miembros de la Benemérita en la calle Batalla del Salado el 20 de enero de 1947, además de la colocación de varios artefactos explosivos en la embajada de Argentina y en las escaleras de la Brigada de Investigación Criminal, así como de numerosos atracos en las provincias de Madrid, Toledo y Ávila. 

Siempre tuvo a lo largo de su carrera profesional muy buena relación con la prensa, y prueba de ello fue su relación con los periodistas llamados “de sucesos”, y entre ellos destaca su relación con Margarita Landi a la que “fichó” para la Brigada Criminal con el seudónimo de “Subinspector Pedrito” bajo la supervisión de otro gran Policía-Escritor, del que hablaremos en otra entrega, Antonio Viqueira Hinojosa. 

Nombrado Comisario Principal de Cuerpo General de Policía con antigüedad de 1 de enero de 1951, pasa a situación de jubilado al cumplir la edad reglamentaria el 15 de noviembre de ese mismo año, aunque continua con su actividad de docente y de asesoramiento a la policía durante varios años más. 

En enero de 1952 es condecorado, por sus muchos servicios a España, con la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil. 

Una vez jubilado, ocupa su tiempo impartiendo clases de “Práctica Policial” en la Escuela de Policía y a escribir los libros que publicó entre 1953 y 1956. 

Muere en su casa, en la calle Ríos Rosas número 6, el día 13 de septiembre de 1963. 




Necrológica de Eugenio Benito Poveda aparecida en el diario ABC del 14/9/1963 


EUGENIO BENITO POVEDA: ESCRITOR 

Su primera obra publicada se trata de un libro de texto de la asignatura que impartía en el Escuela General de Policía titulado “Apuntes de práctica de Policía” editado en 1943 por la propia escuela para uso de los alumnos. Está dividido en 22 lecciones que van de consideraciones sobre el objetivo de la asignatura hasta una descripción los distintos “modus operandi” de los delincuentes contra la propiedad, pasando por consejos para realizar un atestado, la forma de hacer una vigilancia o la mejor manera de realizar los interrogatorios. Además de los temas teóricos estos apuntes están iluminados con intervenciones reales que sirven de ejemplo. Un libro de texto ameno, que seguro fue muy útil a los futuros policías que estaban en la Escuela. 

Ya jubilado publica su segundo libro en 1953 y tiene el sugerente título de “La Lucha contra la delincuencia”. Su portada, además del dibujo realizado por otro policía, Antonio López-Alberca Moreno, muestra un índice con el contenido del libro. Tiene como objetivo según el autor el “…prevenir a las personas honradas para que extremen los cuidados que han de tener en cuenta para no ser víctimas de la granujería existente, que vive y está al acecho constante de incautos…”[22]





Está dividido en dos partes. La primera, como el mismo dice en su prólogo, “…de utilidad profesional, exponemos algunos de los más elementales conocimientos y cualidades que debe poseer el bisoño policía para actuar profesionalmente”[23] y en la segunda se extiende en la descripción de los distintos “modus operandi” de los delincuentes habituales contra la propiedad. Ahí se describen los métodos en que se valen timadores, carteristas (en sus distintas habilidades: tomadores del dos, piqueros, bolsilleros, etc.), descuideros, renguistas o trullistas, espadistas, topistas, quinadores, sirlistas, atracadores y un largo etcétera de maleantes amigos de lo ajeno para apropiarse de los bienes de los demás. 


Escrito con una prosa muy amena está regado de anécdotas y vivencias del propio Eugenio Benito Poveda a lo largo de su carrera profesional. Es sin duda un libro muy didáctico aún en la actualidad. De hecho, en el libro editado por La Felguera Editores en 2018 que lleva como título “Fuera de la Ley tomo 3”, son usados literalmente capítulos enteros de este libro para ilustrar la “España Negra” de la postguerra. 

Su siguiente libro, publicado en 1954, es una novela policiaca que lleva el título de “Dedos de seda. Delincuente internacional”, donde describe un supuesto suceso del que se vale para narrar el eficaz funcionamiento de la Policía Española. Una pareja de delincuentes se sirve de un engaño para hacerse con una partida de diamantes de una joyería francesa y posteriormente se refugian en San Sebastián donde los agentes de policías, tras arduas investigaciones, desenmascaran a los delincuentes y recuperan lo robado.





Por último, en 1956 publica sus memorias “animado por compañeros y amigos” que se edita con el título “Memorias del Comisario Poveda, ex jefe de la B.I.C.”. En este libro hace un repaso a algunas de las intervenciones y sucesos en los que trabajó a lo largo de su carrera, “no como literato sino como modesto narrador”[24]





Dedicatoria manuscrita de Eugenio Benito Poveda al yerno del Comisario Pedro Herráiz, Manuel Guerra Mateos, que lleva escrito el ejemplar de las Memorias del Comisario Poveda que poseemos. 

Aunque en la portada aparece “Tomo 1º” no tenemos conocimiento que se publicara un segundo volumen. Lo que sí sabemos es que antes de su muerte tenía previsto la publicación de otra novela titulada “¿Gánster en Madrid?” que quedo inédita. 

En definitiva, el Comisario P. Eugenio Benito Poveda fue un excelente Policía, incansable perseguidor de delincuentes que realizó toda su carrera profesional en labores operativas. Tuvo la fortuna, como el mismo dice en sus memorias, de tener como profesores los mejores investigadores de su época y trasladó estos conocimientos, a su vez, a varias generaciones de agentes en sus clases en la Escuela de Policía. Además es uno de los pocos policías “de calle”, junto con Tomás Gil Llamas, que ha publicado memorias sobre su actividad profesional. 

Nuestra siguiente entrega veremos la figura de otro Comisario de Policía, Félix Martínez Orejón, más conocido como Fel Marty uno de los principales autores de la “literatura popular y de quiosco” de los años 60.

Antonio Alonso Rodríguez,
(Vocal de la Orden de la Placa y el Mérito de Estudios Históricos de la Policía Española).

Notas

[1] BENITO POVEDA, Eugenio (1956). Memorias del Comisario Poveda, página 10 
[2] Hemos conseguido la fecha de ingreso en el Escalafón del Cuerpo General de Policía del año 1946 (Suplemento al BOE número 221 de 30/07/1946) 
[3] Enrique Maqueda del Castillo nació en Málaga el 29 de septiembre de 1873, ingresó en la Policía en 1898. Entre sus muchas investigaciones destaca la detención de los autores del atentado al Presidente del Gobierno Eduardo Dato, en 1921. Alcanzó el Grado de Comisario General del Cuerpo de Investigación y Vigilancia en 1930, cargo que desempeñó hasta 1933. 
[4] BENITO POVEDA, Eugenio (1956). Memorias del Comisario Poveda, página 51 
[5] Escalafón del Cuerpo de Vigilancia de 29/5/1908 
[6] Gazeta de Madrid número 254 de 11/9/1907. 
[7] BENITO POVEDA, Eugenio (1956). Memorias del Comisario Poveda, página 55 
[8] Idem, página 56 
[9] Revista Blanco y Negro (Madrid) de 31/7/1932, página 57. 
[10] VIQUEIRA HINOJOSA, Antonio. Historia de la Policía Española 1931-1936. Edición coleccionable de 44 fascículos editados por la Revista Policía, divididos en 2 tomos, durante 6 años (1993-1999), página 140 del tomo II. 
[11] En este enlace de la página web “Una historia de la Policía Nacional” se pueden leer las circunstancias de su asesinato el 22 de agosto de 1936, https://cnpjefb.blogspot.com/2020/04/el-asesinato-del-comisario-santiago.html 
[12] BENITO POVEDA, Eugenio (1956). Memorias del Comisario Poveda, página 96 
[13] El Heraldo de Madrid (Madrid) 9/12/1927, página 16 
[14] Noticia firmada en ABC por Mónica Arrizabalaga el 8/4/2020. https://www.abc.es/archivo/abci-mariano-conde-mas-habil-falsificador-espanol-hace-siglo-202004080145_noticia.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.abc.es%2F 
[15] La Voz (Madrid). 15/10/1928, página 6 
[16] El Imparcial(Madrid) 14/10/1928, página 8 
[17] BENITO POVEDA, Eugenio (1956). Memorias del Comisario Poveda, página 183 
[18] https://bremaneur.wordpress.com/2008/12/10/desmemoria-de-atadell-paracuellos-y-amor-nuno-iii/ 
[19] BOE número 21 de 21/01/1940 
[20] BOE número 357 de 26/12/1946 
[21] La Vanguardia Española (Barcelona) 2/1/1947 
[22] BENITO POVEDA, Eugenio (1953). La lucha contra la delincuencia, página 5. 
[23] Idem, página 8. 
[24] BENITO POVEDA, Eugenio (1956). Memorias del Comisario Poveda, página 8.


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Preparados para el desfile

La fotografía, pertenece a la valiosa colección de nuestro amigo, colaborador y compañero de la directiva de la Orden de la Placa y el Mérito, José Ramón Rodríguez Morilla, y está tomada poco antes de iniciarse un desfile en la ciudad de Sevilla.


Preparados para desfile (col. José Ramón Rodríguez Morilla)



No podemos precisar si se trata del Desfile conmemorativo de la Victoria o de la festividad del Santo Angel de la Guarda, Patrón de la Policía Gubernativa, aunque más nos inclinamos a pensar que se trata del primero.

Esta datación, la fundamentamos en dos hechos; de una parte, por ser en 1959 cuando comienza a comercializarse, y por tanto a dotar a la Policía Armada, el modelo Land Rover Sanatana 88, balo licencia de la firma inglesa, ya que, desde 1954, fecha en la que comenzó la motorización de la Policía Armada, y hasta la fabricación nacional de este vehículo, se le dotó del modelo 86 de la firma Land-Rover.

Por otro lado, en la placa de matrícula del vehículo todavía aparecen las iniciales PAT (Policía Armada y de Tráfico), que a principios de los 60, tras perder la competencia en materia de tráfico, fueron sustituidas por las FPA (Fuerzas de la Policía Armada).

Preparados para el desfile (co. José Ramón Rodríguez Motilla)

El vehículo que aparece en la fotografía, corresponde a los de dotación en la 21ª Bandera Móvil de guarnición en Sevilla, como así lo indican los primeros dígitos de su placa de matrícula.

En cuanto al personal, utiliza el casco de acero modelo M-26 con ala, que fue de dotación en los Ejércitos y en la Policía Armada.

Podría considerarse que se trata del modelo "Trubia", concebido para el Cuerpo de Seguridad, sin embargo, la disposición de los anclajes de la armazón interior, colocados en forma de remaches en los laterales del casco, descartan esta posibilidad.

Igualmente, por la caída de la cogotera, se descarta el modelo Z-42 que también fue de uso en la Policía Armada.

En cualquier caso, nos llama la atención que el personal no utilice guantes blancos, por tratarse de un día de los señalados como de gala, sea cual sea cualquiera de las posibles celebraciones a las que hemos aludido.

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Homenaje a la Guardia Civil de Simón Javier



Seguimos con el confinamiento.



En esta ocasión, y como agradecimiento a la labor que llevan realizando, la Policía Nacional, como la Guardia Civil, les estoy dedicando un cuadro, que regalaré a un miembro de este Benemérito Cuerpo, que es mi hijo pequeño Sikem Iglesias.

Simón Javier y su obra

En cuanto esté terminado, os dejaré foto del mismo.

Un abrazo desde Asturias.

Espero que sea del agrado de todos los seguidores de este blog.

Muchas gracias.


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Cuartel de la Policía Armada de Gijón (años 60-70)


Javier Prieto, maquetista y coleccionista de miniaturas militares en plomo, nos remite esta fotografía, datada entre 1976 y 1977, que muestra la puerta principal del Cuartel de la Policía Armada de Gijón, situado en el Paseo de Begoña y que, en la actualidad, está convertido en se de la Escuela de Hostelería.

En los accesos, se observa a varios vehículos del parque de la Policía Armada.

Cuartel de la Policía Armada de Gijón. Años 70 (col. Javier Prieto)
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General Timón de Lara, General Inspector de la Policía Armada


En 1977, fue nombrado General Inspector de la Policía Armada, el de Brigada de Infantería José Timón de Lara.

Retraro Oficial del General Timón de Lara (col. Simón Javier)
Col. Simón Javier

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Fotos de la colección de Simón Javier


Escuadrón de Caballería de la Policía Armada (años 70)
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Un poco de historia: la Real Expedición Filantrópica de la viruela.

En estos tiempos de graves crisis sanitaria, tal vez convenga recordar el motivo por el que nuestras Fuerzas Armadas, con mucho acierto, bautizaron al operativo de despliegue que están realizando, por todo el territorio nacional, con el nombre de “Operación Balmis”.

Francisco Xavier Balmis


El médico de la Real Armada, Francisco Xavier Balmis y Berenguer, zarpó del puerto de La Coruña, el 30 de noviembre de 1803, a bordo de la corbeta mercante “María Pita”, iniciando la denominada “Real expedición filantrópica contra la viruela”, auspiciada por el Rey Carlos IV, que recorrió las posesiones españolas en América y Asia hasta 1806.



La corbeta iba al mando del Teniente de Fragata de la Real Armada, Pedro del Barco, padre del Brigadier de Artillería Diego del Barco y de la Zendeja, muerto gloriosamente en las postrimerías de la guerra de la Independencia.



A bordo del buque, además de su dotación y del equipo médico seleccionado por el propio Balmis, embarcaron una veintena de niños, de entre 3 y 9 años, de la Casa de Expósitos coruñesa, acompañados de su rectora Isabel Zendal Gómez.



Previamente, en Madrid, Balmis seleccionó a cinco niños que fueron inoculados con su vacuna para, formando una especie de cadena humana, transportarla hasta La Coruña y aquí transmitírsela a los que viajaron en la Real Expedición.


En su largo viaje, Balmis y la vacuna, visitó Canarias, donde la vacuna fue inoculada a miles de personas. Seguidamente, zarpó rumbo a Puerto Rico, la Capitanía General de Venezuela desde donde, por tierra, se propaga la vacuna por el todo el territorio de Hispanoamérica.

Salida de La Coruña de la corbeta María Pita

Desde Venezuela, parte con dirección a Cuba donde la vacuna ya se estaba utilizando, por lo que se dirige a Nueva España y desde allí la vacuna se transporta a la Capitanía General de Guatemala y a todo el territorio de la Centroamérica española.

Desde Méjico, en un viaje en pésimas condiciones de navegación, la expedición, a bordo del “Magallanes”, pone rumbo a Filipinas, recorriendo una buena parte de su territorio y logrando la propagación de la vacuna en aquel archipiélago español.

De regreso a España, pese a que Balmis se encontraba enfermo, se detiene en la posesión portuguesa de Macao y, desde allí se proyecta al interior de China, vacunando a miles de personas, hasta llegar a la provincia de Cantón.

De regreso a España, la Real Expedición, hace escala en la isla británica de Santa Elena, donde también procede a vacunar a su población.

Balmis atracó en el puerto de Lisboa el 14 de agosto de 1806 y el 7 de septiembre, dio cuenta al Rey, en el palacio de la Granja, del resultado de la expedición.

Fueron miles las vicisitudes sufridas por Balmis y los integrantes de la expedición a lo largo de los casi tres años de duración.

Los niños salidos de La Coruña, que fueron desembarcados en Méjico, no regresaron a España.

Por lo que se sabe, la expedición vacunó directamente a más de medio millón de personas, aunque tal vez lo más importante fuese la creación de las Juntas de Vacunación, en los diferentes territorios, encargadas de la propagación de la vacuna.

Francisco Xavier Balmis, falleció en Madrid el 12 de febrero de 1819. Su iniciativa y, en consiguiente la de España, salvó la vida de millones de seres humanos.

Llama la atención, sin embargo, el poco relieve que se le ha dado en La Coruña a este histórico hecho, donde Balmis ni tan siquiera da nombre a una de sus calles y para muchos es un desconocido. 

Eugenio Fernández Barallobre.

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Policías de Tráfico en Motilla del Palancar

La fotografía, de la colección de Simón Javier Iglesias, muestra a un grupo de Policías Armadas del Servicio de Tráfico, pertenecientes al Destacamento de Motilla del Palancar (Cuenca), tomada en 1951.

Este Destacamento, dependiente de la Compañía de Madrid, estaba encuadrado en la 4ª Sección con cabecera en Toledo y destacamentos, además de en Motilla del Palancar, en Talavera de la Reina, Quintanar de la Orden, Cuenca, Ciudad Real y Valdepeñas.




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Policías y escritores (II)

Tomás GIL LLAMAS. Comisario Principal del Cuerpo General de Policía. 



El segundo artículo de la serie “Policías y Escritores” va a tratar sobre un miembro de las fuerzas del orden que, gracias al éxito alcanzado por sus libros, a su cercanía con la prensa y a los casos a los que se tuvo que enfrentar durante su permanencia en la Brigada de Investigación Criminal de Barcelona, alcanzó un gran renombre en la década de los años 50. Nos estamos refiriendo a Tomás Gil Llamas, Comisario Principal del Cuerpo General de Policía y autor del libro «Brigada Criminal. La actuación de la Brigada Criminal de Barcelona desde 1944 a 1953» publicado por la Editorial Planeta en marzo de 1955 y que inmediatamente se convirtió en un súper-ventas que obligó a la publicación de una segunda edición en julio de ese mismo año.



Portada de los libros de Tomás Gil Llamas (col. Antonio Alonso)

Nuestro policía-escritor nació en Lorca (Murcia) el 21 de enero de 1898(1). Descrito en su juventud como “de temperamento inquieto, de inteligencia despierta”(2), en junio de 1919, se presenta y aprueba el primer examen para su ingreso en la Academia Militar de Infantería, pero al no superar la segunda prueba, decide variar su rumbo y prepara la oposición para el Cuerpo de Vigilancia donde, tras superar los dos exámenes de los que se componía las pruebas de acceso, fue nombrado Aspirante de 2ª(3) el día 6 de agosto de 1921.



No hemos podido averiguar sus primeros destinos, ya que la ley que reorganizaba el Cuerpo de Vigilancia de junio de 1921 protegía la identidad de sus miembros, y su nombramiento y destinos no se publicaban en la Gazeta de Madrid. No obstante hemos podido saber que llegó destinado a Cataluña en 1927 tras pasar previamente por Zaragoza, ciudad que en los primeros años de la década de los 20, superaba “a Barcelona en actividad terrorista. Bandas de fanáticos pistoleros, entrenados y decididos a todo, habían constituido su base en la capital aragonesa”(4).



En agosto de 1934 se crea, dentro de la Brigada de Investigación Criminal en Barcelona, una unidad denominada “Brigada Especial de Persecución de Saboteadores” a la que pasa destinado Tomás Gil, y que en 1935 se encarga de su dirección. Este grupo, bajo su mando, en poco tiempo realiza numerosas detenciones sobre distintos revoltosos que saboteaban tranvías, torretas eléctricas y vías férreas como queda reflejado en la prensa de la época.



La guerra civil sorprende a Tomás Gil Llamas en Barcelona, y bajo el Gobierno de la República es ascendido a Subcomisario del Cuerpo de Seguridad, sección Civil. Pasa a mandar las Comisarías de Policía de Hospitalet, Tarrasa y finalmente, la de Manresa. No hemos averiguado nada sobre las vicisitudes durante el conflicto de nuestro personaje, pero lo cierto es que, a la llegada de los vencedores a Barcelona, le mantuvieron en su cargo, ascendiéndole a Inspector de 1ª Clase en diciembre de 1941 y trasladándole a la Comisaria de Badalona como jefe de la misma. Durante ese periodo sirvió de aval, ante las nuevas autoridades, para otros miembros del Cuerpo que intentaban justificar su actividad durante el periodo republicano en los expedientes de depuración, como queda reflejado en varias declaraciones en la Causa General de Barcelona, lo que nos hace pensar que durante ese periodo colaboró o trabajó encubierto para el bando nacional. El escritor Vázquez Montalbán, en su novela «Mares del Sur» pone en boca de uno de sus personajes la siguiente afirmación: “… yo estaba en una comisaría de Hospitalet y mi jefe era un tal Gil Llamas. ¿Le suena? Ése ya debía ser entonces de la quinta columna porque después de la guerra, tan pimpante siguió en el cuerpo”(5).



Asciende a Comisario de 3ª Clase el 9 de diciembre de 1944, a Comisario de 2ª Clase en enero de 1948, a Comisario de 1ª Clase en 1950 y finalmente a Comisario Principal en octubre de 1952.



Pero un hecho fundamental sucede en su vida en 1946. El 17 de octubre de ese año, siendo Comisario de 3ª Clase, se hace cargo de la dirección de la Brigada de Investigación Criminal de Barcelona, destino que desempeña hasta 1953. En ese periodo de tiempo, al mando de un extraordinario grupo de investigadores que formaba esa Brigada, se enfrenta a casos de gran importancia y que tienen muchísima repercusión mediática, como por ejemplo, el asesinato de Carmen Broto Buil, el asunto del cadáver descuartizado de la calle Amalia o la captura de los peligrosísimos hermanos Soler Fernández, unos fríos asesinos de policías, de los que más adelante hablaremos.

En agosto de 1953, tras un oscuro incidente en un conocido cabaret barcelonés, “El Bolero”, sito en las Ramblas de Cataluña número 24, tiene una pelea con una persona de gran influencia con las autoridades del régimen (en algunos lados se dice que militar, el otros que jerarca del régimen), y es destituido de su mando. No le debió de hacer mucha gracia esa sanción ya que el 14 de julio de 1955, tras la publicación de la segunda edición de su primer libro «Brigada Criminal», solicitó la excedencia en el Cuerpo.

En 1956 apareció su segundo libro «La Ley contra el crimen» y además dio algunas conferencias y clases en la Escuela Profesional del Seguro.

Fue descrito por algunos reporteros que seguían la crónica de sucesos en Barcelona y que tenían relación con él como “un hombre nervioso, decidido y sagaz”(6) de “mediana estatura, sonrisa juvenil y pelo canoso”(7).

Inesperadamente, el 7 de julio de 1956, a los 58 años de edad, fallece en el Hospital Cínico de Barcelona(8), causando la noticia una “honda impresión ya que el finado se mantenía joven y en plena actividad como lo prueban sus recientes libros, de tanto éxito en toda España”(9).

Esquela del Comisario Gil Llamas (col. Antonio Alonso)



TOMÁS GIL LLAMAS: EL ESCRITOR



Tomás Gil Llamas escribió dos libros. «Brigada Criminal. La actuación de la Brigada Criminal de Barcelona desde 1944 a 1953» del que la editorial Planeta publicó dos ediciones, la primera en marzo de 1955 y la segunda, dado el enorme éxito inicial del libro, en julio del mismo año, y «La ley contra el crimen. Policías y maleantes frente a frente» en febrero de 1956, esta vez publicado por Imprenta Pulcra, que aparece como complemento del primero.


Retrato del Comisario Gil Llamas (col. Antonio Alonso)




El éxito de su primer libro fue inmediato. Aunque el precio del ejemplar era una cantidad importante, treinta pesetas de la época, a los pocos meses la primera edición, que tuvo una tirada de 10.000 ejemplares, se agotó publicando la editorial Planeta una segunda a los pocos meses. 



Tal vez la clave de su éxito fue un lenguaje directo, alejado de artificios literarios, una descripción ordenada de los hechos, casi de atestado policial, y sobre todo, la temática de sus libros donde se describían una serie de sucesos reales que habían tenido gran repercusión en los medios de comunicación del momento. 



Describe, por ejemplo, los hechos sucedidos en el homicidio de María del Carmen Brotons Buil, conocida como Carmen Broto, que según sus propias palabras fue “el crimen más sensacional de todos cuantos se nos plantearon en el largo periodo de siete años que vino a durar nuestra permanencia al frente de la Brigada Criminal de Barcelona”(10). El asesinato de esta mujer fue durante unos días tema principal de la prensa catalana debido a lo truculento de las personas que se vieron inmensos en él. Carmen “una mujer de pocos escrúpulos, que había sabido valorar sus innegables encantos físicos para ascender, en rápida carrera, desde su humilde puesto de sirvienta a la categoría de amiga oficial de un conocido y acaudalado caballero”(11), que se dejaba ver en los sitios de moda, incluso en el exclusivo Liceo, luciendo sus lujosos vestidos y sus deslumbrantes joyas junto a personas de la alta sociedad catalana. Unos asesinos, conocidos en el mundo nocturno de la Ciudad Condal, con contactos en la alta burguesía, al parecer por ser proveedores de cocaína, entre los que destacaba uno, “de conducta amoral, de un asombroso eclecticismo en el terreno erótico, que le empujaba a no hacer la menor distinción entre uno y otro sexo, y que contaba con la protección de un renombrado industrial barcelonés”(12). 



Como vemos este asesinato reunía todos los elementos para despertar la atención de la prensa, que además, visto el interés que provocaban sus crónicas, algunos medios trataron de aumentar y “desvirtuar los hechos con cábalas y comentarios fuera de lugar, dando margen a manifiestos errores de interpretación”(13) al objeto de crear una teoría conspirativa sobre los motivos “reales” del asesinato de Carmen Broto ya que, en realidad, nunca se confirmó el móvil del crimen, aunque la versión oficial afirmaba que fue el robo. De hecho la condena impuesta al único autor que fue detenido con vida, ya que los otros se suicidaron (otro motivo más para alimentar las teorías conspiranoicas), Jesús Navarro Manau, lo fue por robo con homicidio. 



Este suceso ha sido ampliamente novelado (el último que conozcamos es “La rubia del Tívoli” (2019) de Esteban Navarro, otro policía y escritor cuyas obras tienen un gran éxito) e incluso se rodó un capítulo de la serie “La huella de crimen” titulado “El caso de Carmen Broto” en 1991. 


Otro de los capítulos que Gil Llamas titula como “TRES MONSTRUOS DEL PISTOLETAZO”, trata sobre la desarticulación de una banda de delincuentes que tenían en su macabro currículo haber matado entre 1944 a 1948 a varias personas, entre ellas al Guardia Civil Don Gabriel GRIMALDO HERRERA y a los Policías Armados Don Francisco MASÁN AGREDA y Don Sebastián CIRILO DESCALZO, y de tres niños de 4, 12 y 17 años durante el atraco(14), y posterior tiroteo, que realizaron en la plaza de Huesca número 9 de Sans. Nos estamos refiriendo a los conocidos como “los hermanos SOLER”, Jaime y José Soler Fernández, que por el simple hecho de haber asesinado a varios miembros de las fuerzas del orden, en algunos foros han sido ascendidos a “maquis” o “miembros de la resistencia antifranquista” olvidando, ocultando e incluso justificando, los viles asesinatos sobre personas inocentes que “los desalmados […], con absoluto desprecio para las vidas ajenas”(15) cometieron. Gil Llamas, en este capítulo describe sin artificios las numerosas fechorías cometidas por estos delincuentes así como su captura, siendo uno de los hermanos, Jaime, abatido en el momento de su detención, tras herir a los tres policías que le intentaban capturar, dos de ellos gravemente. Su hermano José, que en primera instancia escapó “a tiro limpio”(16) y autor material del asesinato de los agentes del orden el 15 de mayo de 1947, fue más tarde capturado y junto a un “consorte” de la banda, Martín Gisbert Martínez, juzgados y “… los desalmados asesinos recibieron el justo castigo que merecían sus hazañas, siendo condenados a garrote vil, y ejecutados en el amanecer del 25 de febrero de 1948”(17). 

Recortes de prensa (col. Antonio Alonso)



Pero sus libros no sólo relatan los graves sucesos que fueron investigados por la Brigada Criminal de Barcelona durante el periodo que fue comandada por Tomás Gil Llamas, sino que tienen una segunda parte “… dedicada al mundillo de la picaresca profesional integrado por ladrones y estafadores de toda laya, presentado los actores más relevantes de este tipo de delincuencia y poniendo en relieve los trucos y engaños de que se valen”(18) con el objetivo de poner “…sobre aviso a las futuras y posibles «victimas», minando así las actividades de los profesionales de la delincuencia”(19). 



Describe los “modus operandi” de los timos más utilizados por los estafadores y ladrones de guante blanco, entre los que destaca un interrogatorio, casi mejor una entrevista periodística por su formato, con Eduardo Morell Puig (a) «Fantomas», donde desvela el comisario Gil Llamas el origen mallorquín del personaje, sus andanzas delictivas en los mejores hoteles de Europa o Estados Unidos y su penoso final, con constantes arrestos, como descuidero en Valencia y Barcelona. 



También relata el “modus operandi” que los delincuentes utilizan para cometer el timo de la lotería, de la guitarra, o del entierro, el truco de la quiebra comercial u otras estafas como la falsificación de documentos bancarios, de moneda e incluso uno que denomina “Apartado de correos número 1025”. 


Afiche de "Apartado de Correos 1001" (col. Antonio Alonso)



Precisamente ese último relato es el que da vida al guion de una de las mejores películas del cine negro español de los años 50 y 60, “Apartado de correos número 1001”, dirigida por Julio Salvador y que cambio, en su título, el número del apartado al 1001, “…posiblemente más fácil de recordar que el 1025”(20) de los hechos reales. De hecho, el propio Gil Llamas, con un punto de orgullo no dejas de reseñar con una nota al pie que “El guion de la película fue facilitado por nosotros”(21), aunque matiza que los guionistas, Julio Coll y Antonio Isasi-Isasmendi, “…sazonaron con una inevitable anécdota amorosa y con cierto asesinato perpetrado frente a la Jefatura Superior de Policía –dos extremos que no figuran en el suceso original-, hasta alzar el argumento que podían apetecer los espectadores desde sus butacas". Tal fue el grado de colaboración de la B.I.C. de Barcelona con esa película que al parecer algunos de los extras eran policías reales que pertenecían a esa unidad(22). 



También ayudo como asesor policial para la realización de algunas películas. En una entrevista realizada en 1996(23) a Francisco Pérez-Dolz, uno de los mejores cineastas del cine negro español, y director, entre otras, del extraordinario “A tiro limpio” (1963) dice que Gil Llamas “vino al plato para dar un cierto realismo a algunas escenas”, aunque tal vez Dolz le falle la memoria puesto que el rodaje de “A tiro limpio” fue en 1963 y Gil Llamas falleció en 1956, y puede que se refiera a “Apartado de correos 1001” (1950) o a la película “El Cerco” (1955) donde Pérez-Dolz participó como ayudante de dirección y cuyos guiones están basados en las obras del Comisario Gil Llamas. 

Lo cierto es que sus libros sirvieron para dar realismo a muchos guiones cinematográficos y como guía para muchos libros posteriores. Publicó además, por entregas, diversos sucesos reales en la prensa catalana, por ejemplo en 1955 en el diario "Solidaridad Nacional” o el “Correo Catalán” y a buen seguro su legado literario habría sido aún mayor si no hubiese fallecido prematuramente. 

Fue Tomás Gil Llamas un excelente profesional de la Policía, que durante su paso por la Brigada de Investigación Criminal de Barcelona se enfrentó a múltiples casos muy complicados que supo lidiar con acierto y eficacia, como el mismo refleja “…la cifra de asesinatos impunes (lo cual no quiere decir que se carezca de pistas) […] asciende a siete, cantidad que en principio puede parecer bastante elevada […] aunque en siete años intervenimos en más de cincuenta y seis delitos de sangre, de los cuales sólo los consignados quedaron sin castigo”(24). También fue un escritor de éxito que dejo un sugerente legado que fue aprovechado por guionistas, novelistas y cineastas para la realización de sus obras. 

La próxima entrega de esta serie de artículos sobre “Policías-escritores” estará dedicada a uno de los mejores “policías de calle” con que ha contado la Policía. Nos referimos al Comisario Principal Eugenio Benito Poveda, del que el propio Gil Llamas, otro gran policía “de calle” dice respetuosamente en su libro «Brigada Criminal» “…el indiscutible maestro en materia de maleantes, ex profesor de la Escuela de Policía y ex jefe de la B.I.C. madrileña Don Eugenio Benito Poveda”(25).

Antonio Rodríguez Alonso. 


[1] Escalafón del Cuerpo General de Policía del año 1950.
[2] El Lorquino: Semanario de información local (Lorca). 2/8/1955, página 7.
[3] En aquellos momentos el Cuerpo de Vigilancia tenia las siguientes categorías: Comisario General, Secretario General, Comisario Jefe de Brigada, Comisario de 1ª, de 2ª y de 3ª, Inspector de 1ª y de 2ª, Agente y Aspirante de 1ª y de 2ª. Gazeta de Madrid número 167, 16/junio/1921.
[4] Viqueira Hinojosa, Antonio (1989) Historia y anecdotario de la Policía española (1833-1931), página. 217.
[5] Vázquez Montalbán, Manuel (1979) Los mares del Sur, página 51.
[6] Imperio. Diario de Zamora 30/03/1956, entrevista extraída de «Solidaridad Nacional» página 3
[7] El Lorquino : Semanario de información local (Lorca). 2/8/1955, página 7.
[8] La Vanguardia Española. 17 de julio de 1956.
[9] El Lorquino : Semanario de información local (Lorca). 10/7/1956, página 5.
[10] Gil Llamas, Tomás (1955) Brigada Criminal. La actuación de la Brigada Criminal de Barcelona desde 1944 a 1953., página 124.
[11] Idem, página 124.
[12] Idem, pagina 125.
[13] Idem, página 125
[14] Los niños asesinados fueron Alberto ALBAJE ROVIRA de 4 años, Josefa SÁEZ SOLSONA, de 12 años y José MARIANA VALLS de 17 años.,
[15] Gil Llamas, Tomás (1955) Brigada Criminal. La actuación de la Brigada Criminal de Barcelona desde 1944 a 1953., página 107.
[16] Con estas palabras hacemos una referencia a una de las mejores películas del cine negro español de los años 50-60, dirigida por Francisco Pérez-Dolz (1922-2017) y que según su director el rodaje fue asesorado por Tomás Gil Llamas, aunque como veremos más adelante, eso resulta imposible ya que, por desgracia, éste falleció en 1956 y la película se rodó en 1963.
[17] Idem. página 123.
[18] Gil Llamas, Tomás (1956) La ley contra el crimen. Policías y maleantes frente a frente, página 8
[19] Gil Llamas, Tomás (1955) Brigada Criminal. La actuación de la Brigada Criminal de Barcelona desde 1944 a 1953,  página 277
[20] Gil Llamas, Tomás (1956) La ley contra el crimen. Policías y maleantes frente a frente, página 54
[21] Idem, página 54, nota al pie.
[22] Sánchez Barba, Francesc (2001)  Una proyección cultural del franquismo: el auge del cine negro español (1950-1965), Tesis doctoral, página 725.
[23] Diario Avui, 29 de junio de 1996, página 48.
[24] Gil Llamas, Tomás (1955) Brigada Criminal. La actuación de la Brigada Criminal de Barcelona desde 1944 a 1953, página 194.
[25] Idem, página 276.

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Dibujo de Simón Javier Iglesias Andrés.

Policía Armada con el uniforme reglamentario a partir de 1º de enero de 1971, obra de Simón Javier Iglesias Andrés.




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Un fenomenal dibujante

Aquí os dejo un apunte de este fenomenal dibujante y una ilustración suya en el que se ve a un guardia del Cuerpo de Seguridad y que completaba una fabula sobre un tintero.

Narciso Méndez Briga

Narciso Méndez Bringa, nacido en Madrid en 1868, y falleció también en la capital el 5 de junio de 1933, siendo enterrado en el Cementerio de la Almudena de Madrid.

Fue ilustrador, dibujante y pintor español. Obtuvo dos segundos premios en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de 1906 y 1910.

Un dibujo de Briga

Fue colaborador de las publicaciones, Ocurrencias, La Ilustración, The Graphic, El Arte Moderno, Caras y Caretas, La Ilustración Española y Americana, Apuntes, La Ilustración Artística, ABC y Blanco y Negro, donde fue “Un ilustrador constante de todo tipo de relatos”

SIMÓN JAVIER.

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¡Cuidado con los piropos"

Hoy os dejo Una pincelada de una obra teatral en la que, uno de sus personajes aparece en escena vestido con el uniforme del Cuerpo de Seguridad.

Se trata de la obra "¡Cuidado con los piropos!", de las que son autores los madrileños Torres del Alamo y Asenjo y que fue estrenada en Madrid en 1920.

Juan Bonafé


El papel principal correspondía al conocido actor Juan Bonafé y Sansó, nacido en Palma de Mallorca el 18 de junio de 1875, y fallecido en Madrid el 1 de enero de 1940. 



Este actor, debutó en el Teatro de la Comedia de Madrid, con la obra “Juan José”, de Joaquín Dicenta.


El actor vestido con el uniforme del Cuerpo de Seguridad



Fue considerado uno de los actores cómicos mas populares de su época.

Simón Javier Iglesias Andrés.

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La futura PAPA (Policía Autónoma del Principado de Asturias) 05/12/2019


Nuestro amigo y magnífico dibujante, Moisés Rubén Iglesias Andrés, nos remite una nota de humor para alegrar los tiempos complicados en los que vivimos actualmente.

Se trata de una visión particular de las futuras U.I.P.s de la P.A.P.A.



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Serie Policías y Escritores I. (05/11/2019) 



Conrado Ordoñez del Valle.



Con este trabajo iniciamos una serie artículos que tratan sobre miembros del Cuerpo de Policía que han compatibilizado su ejercicio profesional, como miembros de las Fuerzas del Orden, con su afición por la creación literaria. Algunos de ellos escribían con seudónimo, otros ocultaban su condición de policías e incluso algunos de ellos, los más conocidos, fueron los redactores de los primeros trabajos serios sobre la Historia de la Policía, esa gran olvidada, que nuestra Asociación la “Orden de la Placa y el Mérito” pretende estudiar.



Empezamos nuestra andadura con Conrado Ordoñez del Valle un veterano Policía que por oposición accedió al Cuerpo de Investigación y Vigilancia el 1 de diciembre de 1934[1], durante la II República, aunque su hijo Marcos, en su libro «Un jardín abandonado por los pájaros», dice que ingresó en la Policía en 1932[2]






Fotografía de Conrado Ordóñez del Valle que aparece en la contraportada del libro «La línea divisoria» (1981) 



Había nacido en Cistierna (León) el 19 de febrero de 1911 hijo de un marino mercante, y su infancia la pasó en Argentina donde realizó sus primeros estudios. En los años 20, su familia estableció su residencia en Madrid, concretamente en el Puente de Vallecas, donde su padre, Marcos y su tío, Benito, inauguraron un colegio privado en la Plaza de San Isidro al que denominaron “Menéndez Pelayo”.



Tras estudiar el Bachillerato en el Instituto “Cardenal Cisneros” de Madrid realizó cursos de periodismo Escuela del diario “El Debate”[3] y hasta que aprobó su oposición ayudaba a la economía familiar dando clases particulares y como profesor auxiliar en colegios privados.



Su primer destino fue Barcelona donde su labor como Policía fue elogiada por la prensa de la época tras desarticular una molesta banda de menores que se dedicaba al robo en tiendas al descuido por toda Barcelona (conocido en el argot como “descuideros de roscos”) que por su modo de actuar sigiloso eran conocidos como “Los invisibles”[4] volviendo a Madrid en 1935.



El 13 de julio de 1936, cuando se encontraba de patrulla junto a otro compañero, recibió la orden de dirigirse al cementerio del Este, donde al parecer unos guardias de Asalto “habían abandonado el cadáver de un sereno muerto de un balazo”. Conrado Ordoñez y su compañero, al ver el cadáver, reconocen su verdadera personalidad. No es un sereno, se trata de José Calvo Sotelo, diputado de Renovación Española y uno de los más destacados dirigente de la derecha, y quedan enormemente impresionados, acertando a decir, de manera profética, “Dios, la que se va armar aquí”[5].


La sublevación le sorprende en Madrid donde tras un “mes de zozobra”[6] fue finalmente capturado y conducido a la “… «checa» que ordenó mi detención; pero por razones especiales conocía yo mejor que ellos el edificio donde la instalaron y en un descuido pude engañarles, escapándome por una escalera interior de servicio, que terminaba en la calle”[7]. Estas “razones especiales” las explica su hijo: conocía el edificio donde estaba retenido por haber investigado un año antes un robo en ese lugar y siguió los pasos inversos que había utilizado el ladrón para entrar, escapando por una ventana del retrete que le llevó a los tejados y a una escalera de servicio que le permitió escapar de una muerte casi segura[8].

Tras pasar seis meses refugiado en la embajada de Polonia consiguió llegar a la zona nacional donde combatió hasta el final de la guerra en el Arma de Artillería, concretamente en el 14º Regimiento de Artillería Ligera.

Tras acabar el conflicto volvió a su trabajo como Policía y fue destinado de nuevo a Barcelona, donde desempeño varios funciones, inspección de Guardia en la Comisaría de la calle París, en la Comisaria de Gracia, situada en la Travessera de Dalt, un tiempo en la Brigada Móvil, viajando por toda España, tras la cual entró en la Brigada de Investigación Criminal a las órdenes de otro policía y escritor, el Comisario Tomás Gil Llamas, participando en la resolución de crímenes tan famosos y mediáticos como el asesinato de Carmen Broto, después jefe de la Sala del 091, e incluso recibió, en los años sesenta cuando ya era Comisario, la oferta para ir a Guinea Ecuatorial para formar la policía de ese país[9]. Acabó su carrera profesional como Comisario Jefe de la Comisaria de Sants.

Según se relata en el libro de su hijo, a Conrado Ordóñez «… le gustaba mucho la policía. Le gustaba la investigación, le gustaba el riesgo, le gustaba servir y proteger, y le gustaba poner a prueba su coraje»[10].

Falleció en Barcelona el 28 de octubre de 1995 a los 84 años de edad. La ceremonia religiosa se realizó en la intimidad familiar por expreso deseo del finado según reza en la esquela publicada en “La Vanguardia” el 2 de noviembre de 1995.

Su faceta literaria fue amplia y variada. Publicó dos novelas «Fuego en las cumbres» (Ed. Mateu 1952)[11] y «Calle del infinito» (Ed. Petronio 1970), un libro de ensayo sobre temas de actualidad titulado «El siglo de las siglas» que desconocemos si llegó a ver finalmente la luz, aunque el propio autor dice que ya lo había aceptado una editorial madrileña[12] y finalmente un libro de recuerdos titulado «La línea divisoria» (1981) con el antetítulo de «Memorias de un exiliado azul»


Dos de los libros de Conrado Ordóñez del Valle. «Fuego en las cumbres» y «La línea divisoria» 

También escribió varias obras de teatro: «Atentado a domicilio», comedia de humor (1963) «Boomerang» (1972), «Mundo, demonio… y Carmen» (1975), «El espectro de la dama blanca» (1981) que fueron representadas en la Ciudad Condal, principalmente en la “Casa de Madrid” de Barcelona que disponía de una gran sala y realizaba frecuentes eventos culturales.

Realizó numerosas colaboraciones en diferentes diarios y revistas de Barcelona, como por ejemplo «Hola», «Imágenes», «La Prensa», «Solidaridad Nacional», etc., participó en la redacción de guiones para programas de radio en la cadena SER, y en Radio España. En esta última emisora para un programa de gran popularidad, de temática policial, llamado «En busca del culpable» e incluso compuso numerosas letras para canciones, aunque según reconoce el propio Ordoñez, abandonó “…esa rama, en la que no alcanzo ningún éxito notable”[13]

Fue designado por la Dirección General de Seguridad como asesor oficial en varias películas de cine «Los agentes del quinto grupo» (1954)[14] y «El ojo de cristal» (1955)[15] y al parecer también participó, aunque no está documentado, en el rodaje de «Brigada criminal» (1950) y «Apartado de correos 1001» (1950)[16] e incluso llegó a escribir un guión cinematográfico titulado «Historia de un vals triste»



Títulos de crédito de las peliculas «Los agentes del quinto grupo» y «El ojo de la aguja» donde aparece Conrado Ordoñez del Valle como «asesor policial» 

Por último impartió numerosas conferencias, la última de la que tengamos constancia para la Asociación Santo Ángel de la Guarda, junto a Juan Antonio Sánchez Bustamante, sobre «La obra y dimensión humana de Tomás Salvador y Enrique Barco» 18 de abril 1989[17].

Según relata en un artículo el hijo de Conrado Ordoñez, el reconocido periodista, crítico cinematográfico y escritor Marcos Ordoñez, publicado en el 2012 en el diario “El País”, su padre y Tomás Salvador, posiblemente el policía-escritor más conocido y reconocido, coincidieron en la Comisaria de Gracia, situada en la Travessera de Dalt, donde descubrieron que eran primos hermanos ya que el padre de Conrado, Marcos Ordoñez, era natural de Villada (Palencia) al igual que Salvador. Esta relación de parentesco hizo que ambos policías escritores mantuvieran una cordial relación llegando a conocer los hijos de Conrado a éste como “Tío Tomás”[18]. En uno de los más conocidos libro de Salvador, «Los atracadores» el autor hace una dedicatoria a otros policías-escritores y en ella, por supuesto, incluye a Conrado Ordóñez.

Para acabar, creo que bastan las palabras escritas por Marcos Ordoñez sobre su padre. «Nunca dejó de escribir, nunca abandonó su pasión por la literatura, la música, el cine, el teatro, pero la policía fue su alcohol más fuerte, que le encendió la sangre y le quemó las tripas… mi padre se abocó de hoz y coz a los horarios más ingratos y los trabajos más duros, siempre dispuesto, según sus compañeros, a ofrecerse voluntario para las misiones arriesgadas»[19].

Antonio Rodríguez Alonso.

[1] Escalafón del Cuerpo General de Policía. Año 1950. Aparece como Benito Ordóñez del Valle ya que en realidad su nombre completo era Conrado Benito. 
[2] Ordoñez, Marcos. (2013) Un jardín abandonado por los pájaros, pag. 119 
[3] Ordóñez del Valle, Conrado. (1981) La línea divisoria. pag.9 
[4] «Mundo Grafico» y «Ahora». 12/6/1935 
[5] Ordoñez, Marcos. (2013) Un jardín abandonado por los pájaros, pag. 165 
[6] Ordóñez del Valle, Conrado. (1981) La línea divisoria. pag 88 
[7] Idem. pag 88 
[8] Ordoñez, Marcos. (2013) Un jardín abandonado por los pájaros, pag. 173 
[9] Idem, pag 285 
[10] Idem, pag. 142 
[11] Figura como autor de esta obra Conrado del Valle, tal vez un intento de separar su vida profesional de su faceta de autor literario. 
[12] Ordóñez del Valle, Conrado. (1981) La línea divisoria. pag.9 
[13] Idem. pag.10 
[14] Sánchez Barba, Francesc. Tesis Doctoral: Una proyección cultural del franquismo: el auge del cine negro español (1950-1965) pag. 968 
[15] Idem. pag. 1005 
[16] Ordoñez, Marcos. (2013) Un jardín abandonado por los pájaros, pag. 333 
[17] La Vanguardia. Edición 18 de abril de 1989. 
[18] Me acuerdo de Tomás Salvador (El País 2012) 
[19] Ordoñez, Marcos. (2013) Un jardín abandonado por los pájaros, pag. 141.

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"LA JUNTA DE DEFENSA DEL CUERPO DE SEGURIDAD" (05/10/2019)

El verano de 1917 pasará la historia, al menos en lo que a España se refiere, por tres hechos de relevante importancia: la asamblea de parlamentarios, la huelga revolucionaria que tiñó de sangre aquel mes de agosto y la radicalización de las Juntas de Defensa Militares que tienen su origen unos meses antes.

las Juntas habían tenido su base en la oficialidad del Arma de Infantería - Teniente a Coronel - reivindicando unas mejoras en el orden moral, técnico y económico de las que estaba necesitada la institución militar con el fin de convertir nuestro Ejército en un instrumento moderno.

Creadas en Barcelona ante la exigencia de superar unas pruebas para el acenso - Real Decreto de 4 de enero de 1916 - a las que eran ajenos los Oficiales de las llamadas Armas técnicas - Artillería e Ingenieros -, reivindicaban el escalafón cerrado, esto es, el ascenso por rigurosa antigüedad rechazando los que se verificaban por méritos de guerra al hallarse el Ejército inmerso en la Campaña de África desde 1909.

Este movimiento mitad sindicalista, mitad gremial, prendió rápidamente en las guarniciones de la península, propagándose incluso a las Clases y Tropa que también crearon, a imitación de aquellas, sus propias Juntas de Defensa para la salvaguarda de sus intereses.

Encarcelada la Junta Superior de Defensa del Arma de Infantería, con su presidente al frente el Coronel Benito Márquez, las restantes Juntas de Defensa creadas en los Regimientos del Arma llevaron a cabo un plante que se hizo realidad el 1 de junio, exigiendo la liberación de sus compañeros a lo que accedió el Gobierno, convirtiéndose, a partir de entonces, en organismos con gran influencia en la vida pública española.

La Junta de Defensa del Cuerpo

El Cuerpo de Seguridad atravesaba, por aquellos años, una difícil situación sobre todo en el orden económico lo que obligaba a sus integrantes a buscar un segundo puesto de trabajo, práctica prohibida por el Reglamento, en las escasas horas libres de las que disponían una vez cumplido su servicio diario.

Los sueldos eran irrisorios. En 1917 un Sargento percibía anualmente entre 2.250 y 1.500 pts., dependiendo el puesto que ocupase en el escalafón; los Cabos cobraban 1.375; los Guardias de 1ª 1.250 pts. y los Guardias de 2ª 1.125 pts, caso de estar destinados en Madrid o Barcelona, y 1.000 pts. los destinados en el resto de España.

A esta lamentable situación económica había que añadir la escasa disponibilidad de tiempo libre, las limitaciones en la promoción interna y un largo etcétera de factores que provocaron el nacimiento de una corriente crítica dentro de la guarnición de Madrid proclive a la creación de una Junta de Defensa dentro del Cuerpo a espaldas de sus Oficiales.

Así, en los primeros días de julio de 1917, se inició una campaña entre los efectivos del Cuerpo destinados en la Corte, promovida por la llamada Junta de Defensa, para elevar al entonces Director General, General de la Barrera. que ya había recibido a una comisión de Guardias para abordar determinadas demandas, un escrito solicitando una serie de mejoras que consideraban una justa reivindicación.

En el referido escrito, elevado a la Autoridad, se solicitaba que el ingreso en el Cuerpo se verificase por oposición y por el empleo de Guardia 2º, en lugar de por el de Aspirante, empleo que debería quedar suprimido, y que los ascensos que se promoviesen fuesen por rigurosa antigüedad.

Igualmente se exigían una reivindicaciones de tipo salarial que fijaban el sueldo mínimo de ingreso en 1.500 pts. anuales y de 1.750 al ascender a Guardia 1º; 2.000 pts. de sueldo para los Cabos; 2.500 para los Sargentos; 2.750 para los Brigadas - no hay constancia de que este empleo llegase a ser efectivo en el Cuerpo por estas fechas pues no consta en escalafón alguno - y 3.000 pts. para los Suboficiales, empleos ambos, estos últimos, que todavía no estaban implantados en Seguridad.

Otra de las reivindicaciones se centraba en la jubilación que exigían fuese con arreglo al último empleo prescindiendo del tiempo en que se hubiese permanecido en él y que los haberes pasivos para las viudas e hijos o para el interesado, en su caso, supusiesen el abono del sueldo integro del empleo si se produjese el fallecimiento o la inutilidad por causa del servicio.

Otro de los caballos de batalla era la carrera profesional en la que las Clases del Cuerpo salían notablemente perjudicadas con relación a otros de sus mismos empleos tanto del Ejército, como de la Guardia Civil o de Carabineros que podían promocionarse a Oficial y ocupar vacante en Seguridad, por ello se demandaba el derecho a ocupar el 50% de las vacantes que se produjesen en el empleo de Teniente por los Brigadas del Cuerpo con la denominación de Suboficiales.

En cuanto a la separación del servicio, la Junta de Defensa, planteó que se hiciese mediante expediente previo instruido por un Tribunal de Honor.

También se demandaba la gratuidad de los viajes por ferrocarril para el interesado y a mitad de precio para la familia en caso de traslado, así como cuarenta y ocho horas libres cada mes, quince días de licencia con sueldo al año y abono de la uniformidad por cuenta del Estado, gasto que suponía un importante gravamen para la ya de por sí depauperada economía de los Guardias.

Igualmente reivindicaban prestar servicio de ocho horas diarias y caso de tener que realizar algún servicio extraordinario que rebasase este tiempo, abono de las horas trabajadas fuera de turno.

Solicitaban, igualmente, la supresión de todo tipo de servicios domésticos.

Otra de las reivindicaciones que planteaban era la concesión del llamado "carné de Guardia" que les otorgase los mismos derechos que disfrutaba con su credencial el personal del Cuerpo de Vigilancia y la creación de los empleos de Brigada y Suboficial, como hemos mencionado, para dar mayor amplitud a la carrera profesional dentro del Cuerpo.

Esta actitud de la Junta de Defensa obtuvo rápida respuesta por parte del Director General quien consideró su ilegalidad, interpretando su actuar como un acto de insubordinación, procediendo a dictar una Orden el 2 de agosto en la que se adoptaron una serie de medidas conducentes a reprimir esta iniciativa.

La citada Orden aludía al conocimiento que por parte de la Dirección se tenía de la existencia de esta Junta de Defensa y de los movimientos sediciosos que estaba provocando entre los individuos de la plantilla de Madrid: "Al tener, en el mes de junio próximo pasado, conocimiento de que algunos individuos del Cuerpo de Seguridad de Madrid se dedicaban a ciertos trabajos para promover, en forma irregular, peticiones que afectaban a los intereses del Cuerpo, inspirándome en criterios de benevolencia, y ante la esperanza de que la conducta reflexiva de unos pocos se rectificaría, ordené se les hiciera saber la necesidad de que inmediatamente cesaran en tales iniciativas..."

Tras advertir de la ilegalidad de este movimiento: "... porque lo que se intentara sin autorización de los Jefes, podría quebrantar la disciplina de una colectividad que se ha mostrado siempre, y seguirá mostrándose, celosa y abnegada en el cumplimiento de sus deberes...".

Como quiera que de nada sirvieron las advertencias hechas por el mando, persistiendo los incitadores en su actitud: "... Y como hayan sido desoídas estas advertencias por algunos Guardias, que con su actitud siembran la intranquilidad en el ánimo de los demás, exponiéndolos a perjuicios que no tienen por qué temer, manteniéndose como hasta aquí en la observancia estricta de sus obligaciones y en el respeto a las órdenes de sus superiores...".

La Dirección procedió a adoptar las siguientes medidas correctoras:

Acordar la separación del Cuerpo de los Guardias 1º Cándido Anaya, Manuel García García, Segundo Ballesteros, Luis Acosta y Pablo Lucía Lasheras; Guardias 2º Francisco Celaya y Mariano Sánchez y la perdida de destino en plantilla, con el traslado correspondiente, de los Guardias 1º Jesús Cano y Gervasio Durán; los Guardias 2º José Flores, Joaquín Mel Nieto, Pedro Herrero, Quintín Sanz, Emilio Carrillo, Claudio García López, José Cubero y Florentino Moreno, así como del corneta Luis Estaller Carrasco y dos Guardias más de los que no se mencionan sus nombres, todos ellos de la guarnición de Madrid.

Estas medidas se hicieron efectivas inmediatamente y con ellas creyó el Director General dejar zanjado el asunto.

El conato de “plante”

Lejos de esto y sospechando otros miembros del Cuerpo que las suspensiones y traslados continuarían, pese a que, por lo dispuesto en la Orden del Día fechada el 2 de agosto, quedaban saldadas todas las responsabilidades con las medidas disciplinarias acordadas, se generó un profundo estado de malestar y descontento en alguna de las Compañías de guarnición en Madrid, alentado por los instigadores que se hallaban detrás del pretendido plante, algunos ajenos al Cuerpo, y en especial por los Guardias separados del servicio y los trasladados fuera de la Capital. Esta situación de latente indisciplina llegó al conocimiento del Director General quien supo que a las nueve de la mañana del día 6, la hora del relevo, se preparaba un plante de los Guardias de algunas de estas Compañías.

Como medida preventiva y con el fin de que el servicio no quedase desatendido en los Distritos afectados, destacó unidades de la Guardia Civil a los referidos puestos en previsión de que el plante se hiciese realidad.

La Dirección General de Seguridad ya tenía conocimiento a través de los Capitanes de cada Distrito de que se estaba preparando este movimiento de insubordinación entre la fuerza, teniendo como foco principal la Comisaría del Distrito de Hospicio, sita en la calle del Barco, lo que motivó que fuese este punto el que mereciese mayor atención.

Llegada la hora del relevo el citado día 6, las Compañías de servicio en los Distritos de Inclusa, Hospital, Centro, Congreso, Buenavista y Palacio lo realizaron sin incidente alguno, mientras que en las de Chamberí y Latina, los Guardias, ofrecieron cierta resistencia a entrar en servicio, actitud que depusieron siguiendo las órdenes de sus Oficiales.

Fue en la de Hospicio, como estaba previsto, y en la de Universidad donde la insubordinación de la fuerza se hizo patente, negándose a prestar servicio pese a lo reiterado de las órdenes por parte de los Oficiales.

Al confirmarse estos extremos el Inspector General de Seguridad, Coronel Carlos Blanco, se trasladó, en primer lugar, a la Comisaría de Hospicio acompañado de una Compañía de infantería y un Escuadrón de caballería de la Guardia Civil, así como del Escuadrón del Cuerpo de Seguridad, quienes, tras acordonar la calle, se mantuvieron fuera de las instalaciones policiales en espera de que los insubordinados abandonasen su postura e hiciesen entrega de las armas o se reintegrasen al servicio.

La presencia de estas fuerzas hizo que los Guardias encerrados en su Prevención depusiesen su actitud tras haber manifestado que se sentían engañados por quienes les animaron a realizar el plante asegurándoles que todo el Cuerpo secundaría el movimiento de indisciplina.

El Coronel Blanco accedió al interior de la Comisaría y se entrevistó con los Guardias a quienes les garantizó que serían atendidas sus demandas económicas, aunque no así la condonación de suspensiones y traslados impuestas a sus compañeros, conminándoles a todos ellos a que cesasen en sus radicales posturas y se reintegrasen al servicio o abandonasen las armas y se trasladasen a sus respectivos domicilios, prometiendo castigo tan solo para los promotores del plante no para los que solamente se habían limitado a secundarlo.

Todos los Guardias volvieron a la obediencia reintegrándose al servicio, escena que se repitió seguidamente en el Distrito de Universidad a donde concurrió posteriormente el Coronel Blanco.

Por parte del Director General se insistió en la seguridad de que todas las acciones cometidas antes de la promulgación de la Orden del día 2 de agosto quedaban saldadas con la promulgación de aquella; en cuanto al conato de plante aseguró que la apertura de las correspondientes informaciones y subsiguientes expedientes depurarían las responsabilidades estableciendo las diferencias de trato entre los que tan solo hubiesen secundado el intento de plante y aquellos que hubiesen sido sus artífices, pese a que el Reglamento del Cuerpo establecía, en su Capítulo V, artículo 87º, apartados 2º y 4º, la separación del servicio de todo aquel que cometiese un acto de indisciplina.

Poco después el servicio quedó restablecido con total normalidad en todos los Distritos de Madrid y la tentativa de plante quedó tan solo en eso, una tentativa. Tal vez la mayoría de aquellos Guardias no imaginaban que menos de diez días después tendrían que hacer frente a una grave situación revolucionaria que provocó el deterioro del orden público en una buena parte de España, en cuyo restablecimiento el Cuerpo jugó un papel importante.

La prensa de la época, pese a comprender las motivaciones del personal del Cuerpo al exigir unas justas mejoras, aplaudió, de forma casi unánime, la severa actitud del Gobierno al no encontrar justificación para que un Instituto encargado del mantenimiento del orden cayese en una situación grave de indisciplina como la descrita.

En cuanto al resto de las plantillas en las diferentes provincias donde estaba desplegado el Cuerpo, no hay constancia que se llevase a cabo plante alguno en ninguna de ellas.

De esta forma concluyó la efímera vida de la Junta de Defensa del Cuerpo de Seguridad que, de alguna manera, constituyó el primer movimiento reivindicativo en la historia de la Institución policial española.

BIBLIOGRAFIA

Reglamento del Cuerpo de Seguridad 1908
Prensa diaria de Madrid y provincias
Ordenes de la Dirección General de Seguridad
Fuerzas Armadas Españolas. Tomo 5. Madrid 1985

                                     
                                                         José Eugenio Fernández Barallobre,

                                                         Inspector del C.N.P. 

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El misterioso caso del “duende de Zaragoza”. Un “poltergeis” en los anales de la historia de la Policía Española (28/09/2019) 



La larga y dilatada historia de la gloriosa Policía Española da para muchas páginas, muchos tratados, muchos trabajos de investigación pues estamos hablando de una Institución con, al menos, 195 años de historia al servicio de España y de los españoles. 



Durante estos años, ha habido de todo, desde gestas heroicas donde muchos de los integrantes de la Policía perdieron sus vidas protegiendo las de los demás, hasta el esclarecimiento de los más intrincados sucesos provocadores de gran alarma social, sin olvidar aquellos otros que, por el motivo que fuese, en la mayoría de los casos por causas no imputables a los policías, quedaron sin resolver. 


Inmueble nº 2 de la calle Gascón de Gotor de Zaragoza (Crónica)



Tal vez, uno de estos sea el que abordaremos en los siguientes renglones; un suceso, a todas luces extraño e inexplicable, que tuvo como escenario la ciudad de Zaragoza en el año 1934 y que, para algunos, constituye un auténtico “poltergeist”, sobre el que todavía siguen fijándose muchos de los investigadores de lo paranormal. 



Repasando la prensa de la época, nos encontramos con este sorprendente hecho que no solo atrajo la atención de todos los medios nacionales y algunos extranjeros, sino que provocó que la Policía tuviese que tomar cartas en el asunto para tratar de esclarecer un conjunto de misteriosos y, en apariencia, inexplicables sucesos que tuvieron en vilo a la capital aragonesa y que sirvieron para ponerla en el primer plano de la actualidad durante algo más de dos meses. 



El verano de 1934 acababa de terminar, aunque todavía los rigores estivales no se habían disipado de todo. Nos encontramos en la mañana del 27 de septiembre. Aquel día, sucedió algo que vino a alterar la monotonía habitual de una tranquila Zaragoza, que vivía sumida en una especie de letargo de primer otoño. 



Ocurrió en el inmueble número 2 de la calle Gascón de Gotor; un edificio de cuatro plantas, habitado por profesionales liberales y funcionarios, familias con una cultura media-alta, no propensos a creencias paranormales y mucho menos supersticiosas, debido a su contrastada formación intelectual. 



Aquel día, muchos de los vecinos del inmueble se despertaron sobresaltados al escuchar, procedentes de las escaleras, unas sonoras y siniestras carcajadas, capaces de helar la sangre a cualquiera, cuyo origen fueron incapaces de descubrir por más que lo intentaron, revisando toda la escalera y los descansillos. Allí no había nadie. 



Tras aquella primera extraña manifestación, de origen desconocido, las noches siguientes se sucedieron algunos ruidos que nadie fue capaz de identificar ni atribuir a vecino alguno, ruidos que provocaron la alerta de los vecinos del edificio que vieron, con ellos, alterada su normal convivencia. 



Luego, con el paso de los días, aquellos molestos ruidos fueron desapareciendo y la tranquilidad y la rutina diaria volvieron a reinar en el inmueble, haciendo que todos se olvidasen de lo que habían escuchado días antes. 



Sin embargo, el hecho que podríamos calificar como el primero de los más graves sucedió en la mañana del 15 de noviembre, cuando la joven Pascuala Alcocer, criada del piso 2º derecha, habitado por la familia Grijalva -algún medio habla de la familia Palazón-, escuchó claramente, proveniente de la chimenea de la cocina, como una voz lastimera de hombre, pronunciaba su nombre. 



Aterrada ante aquel hecho y por temor a no ser creída, se lo ocultó a la familia para la que trabajaba, guardándolo como un secreto, tal vez convencida de que había sido una mala pasada de su imaginación. 

Los siguientes días transcurrieron con normalidad, hasta las siete de la mañana del día 20, cuando Pascuala se encontraba de nuevo sola en la cocina, preparando los desayunos; en ese instante, volvió a escuchar la misteriosa voz, pero esta vez en lugar de silenciarlo, corrió a buscar a la vecina del 2º izda., para contárselo ya que creyó más conveniente buscar otro testigo, antes de hacérselo saber a la familia para la que trabajaba. 

La vecina, alarmada e incrédula, la acompañó a la cocina y al llegar a la estancia, de nuevo la misteriosa voz exclamó, “¡luz, que no veo!”, seguida de una histriónica carcajada. Los gritos de pánico de las dos mujeres alertaron a todos los inquilinos del piso que escucharon aterrados la narración de la vecina y de la criada, aunque es de suponer que sin dar demasiado crédito a lo que les estaban contando. 

Pero el asunto se complicó cuando, a la mañana siguiente, fue la señora de la casa, Isabel, acompañada de su criada, quien, encontrándose ambas en la cocina, escuchó, con toda nitidez, la voz de un hombre que exclamaba dolorosamente “¡María, ven!”. 

Agentes del Cuerpo de vigilancia y Guardias de Seguridad en el piso donde se manifestaba el duende (Crónica)

Alarmada por aquella voz de la que desconocía el origen y comunicado el hecho al resto de la familia, esta presentó la denuncia correspondiente en la Comisaría de Vigilancia, desde donde se destacó a dos Guardias de Seguridad que inspeccionaron el inmueble. La sorpresa surgió cuando, al llegar a la cocina, fueron recibidos por la misteriosa voz que los saludó de forma cordial y afectuosa, exclamando “¡ya están aquí los guardias!”. 

Si en un principio, los afectados pretendieron mantener el asunto dentro del máximo sigilo para evitar que fuesen objeto de mofa y burla por parte de la población, especialmente al tratarse de personas de acrisolada seriedad y rectitud, pronto llegó a oídos de la prensa, primero la local, más tarde la nacional y finalmente la internacional haciéndose profuso eco de estos misteriosos y enigmáticos acontecimientos sobre los que corrieron ríos de tinta, como se puede comprobar, a día de hoy, visitando las distintas hemerotecas de los periódicos y semanales de la época. 

Con el paso de los días, la voz se fue manifestando delante de más personas, primero la familia para la que trabajaba Pascuala y, más tarde, el resto de la comunidad de vecinos del inmueble, provocando entre ellos un gran estado de alarma. 

Incluso, el pequeño Arturo Grijalva, hijo de los vecinos del inmueble donde tenían lugar estos acontecimientos, llegó, en una ocasión, a mantener una conversación con el “duende”. 

Una vez conocidos estos hechos por la Policía gubernativa, el Comisario de 2ª del Cuerpo de Vigilancia, Fernando Pérez de Soto y Novalín, comisionó a los Agentes de Vigilancia Miguel Rodríguez y José Buj para que se trasladasen al inmueble e iniciasen las gestiones conducentes al esclarecimiento de los hechos. 

Desde el principio se descartó que estos sucesos fuesen fruto de la incultura o superchería de los testigos, ya que entre los vecinos del inmueble se contaban médicos, arquitectos, funcionarios, etc., todos con un nivel cultural medio-alto que descartaba tal posibilidad. 

También hubo que descartar que se tratase de un problema de sugestión colectiva pese a que, en una ocasión, encontrándose catorce personas reunidas, escucharon todos ellos a la vez la voz del supuesto “duende”, que señaló el número exactos de personas que se encontraban allí reunidas, sin poder explicar su procedencia ni origen. 

Las investigaciones las siguió muy de cerca el Comisario Pérez de Soto, quien, en principio, no descartó ninguna hipótesis, empezando por el uso de algún medio mecánico de propagación de la voz, hasta que el origen de estas voces proviniese de un ventrílocuo. 

Entre los días 22 y 23 de noviembre, personal del Cuerpo de Vigilancia, acompañado de varios Guardias de Seguridad, procedieron a registrar a fondo tanto el piso donde se originaba aquella extraña voz, como los colindantes con el fin de tratar de encontrar una explicación lógica a tan misterioso asunto. El resultado fue totalmente negativo, no pudiendo localizar sistema alguno que sirviese para propagar la voz, ni tampoco algo que la justificase. 

Sin embargo, aquel hecho se estaba convirtiendo en un problema para las Autoridades zaragozanas a tenor de la multitud de curiosos que, a diario, día y noche, se concentraba delante del inmueble, con la finalidad de ser testigos en primera persona de alguna de aquellas insólitas manifestaciones, lo que obligó, en más de una ocasión, a que la fuerza pública desalojase las proximidades de la casa. 

Guardias del Cuerpo de Seguridad, inspeccionando la cocina del inmueble (Crónica)

Pero si en la calle la expectación era máxima, algo similar ocurría en el interior del edificio, hasta el punto de temer, en algún momento, que pudiese venirse abajo por la cantidad de policías, personal técnico y curiosos que se encontraban dentro. 

Uno de los días, algunos de los curiosos que se hallaban en la calle, delante del edificio, trataron de asaltarlo, viéndose en la necesidad la fuerza pública de cargar para disolverlos; pese a todo, algunos, en número de una veintena, llegaron a encaramarse al tejado del inmueble comenzado a arrancar tejas en busca del escondrijo del “duende”, finalmente se procedió a desalojarlos por la fuerza. 

Se contó, entonces, con el concurso de un arquitecto con el fin de descartar que el origen fuese debido a problemas de edificación del inmueble. Iniciada la inspección, cuando el técnico comenzó a tomar medidas, la misteriosa voz exclamó, ¡mide 15 cm.! En ese instante, el pánico se apoderó de todos los presentes, pues efectivamente, los conductos de la chimenea que estaba inspeccionando medían, exactamente, 15 cm. -otras fuentes señalan que la medida era de 27 cm., pero en todo caso, la voz del misterioso “duende” acertó en la medición-. 

La siguiente medida adoptada en la vivienda, fue levantar el suelo e inspeccionar a fondo los techos, la instalación eléctrica, las tuberías del agua y los conductos de ventilación en busca de algún dispositivo que permitiese la propagación de la voz desde un lugar remoto, pero estas operaciones no se culminaron con éxito, allí no había nada. 

Al concluir la minuciosa inspección del inmueble, encontrándose en el interior de la casa varios efectivos de la Policía Gubernativa, la voz del “duende” se hizo de nuevo patente exclamando ¡cuánta policía, que cobardía! 

Cuentan que al exclamar el “duende” parlante, en tono irónico y amenazante, esta frase, varios de los Policías presentes extrajeron sus armas reglamentarias de sus fundas, en un acto reflejo al ser incapaces de verificar la procedencia de la misteriosa voz. Suponemos que se trata de una exageración, aun cuando nos imaginamos los rostros de los actuantes al escuchar aquellas palabras dichas en mal tono. 

El problema, ya de por sí grave, se vio acrecentado, cuando, el 27 de noviembre, el prestigioso diario londinense “The Times”, publicaba en sus páginas el siguiente comentario: 

“Un irónico duende, que habla por la campana de una chimenea, tiene sobresaltados estos días a los habitantes de Zaragoza, los cuales se afanan de dar con la pista de la misteriosa voz. Un arquitecto y varios obreros han sido requeridos para trabajar sobre el terreno: han removido todo el piso e incluso han levantado el tejado, pero los trabajos han sido totalmente infructuosos. La policía trabaja activamente. No se ha podido impedir que de entre los grupos estacionados frente a la casa se destacasen varias personas y se lanzaran al techo, presas de gran alteración nerviosa, para buscar al duende. La policía se ha visto obligada a desalojar varias veces la puerta de la casa.” 

En una de estas jornadas, uno de los policías actuantes llegó a mantener una conservación con la misteriosa voz, a la que interrogó preguntándole si quería dinero o trabajo, respondiendo la voz que no, a la vez que le manifestaba que la voz no procedía de la garganta de un hombre. 

El 27 de noviembre, tal vez como último recurso, suponemos que, a instancias de los vecinos del inmueble, se solicitó el concurso de una conocida médium, Asunción Jiménez Alvarez, quien realizó una sesión de espiritismo en la casa, sin que se conozcan, al menos no han trascendido públicamente, los resultados de la sesión, ni tan siquiera si se había llegado a establecer contacto con el supuesto “duende”. Sin embargo, este episodio tuvo un final funesto y a la vez sorprendente del que hablaremos más adelante. 

A la vista de que los sucesos no concluían, antes bien, estaban adquiriendo un grave cariz ya que la situación se podía descontrolar en cualquier momento, se adoptó una medida mucho más drástica, ordenando el desalojo del edificio y la permanente vigilancia por parte de las fuerzas del orden. Una vez verificado, se revisó varias veces toda la estructura, tratando de localizar cualquier medio que pudiese servir de enlace con el exterior por si aquella misteriosa voz procediese de algún bromista, situado fuera del inmueble. Todo fue en vano. No se encontró nada. 

Concentración de público ante el edificio del Duende (Crónica)

Durante esta inspección, varios policías permanecieron en la cocina de la casa en actitud de observación hasta que, finalmente, el “duende” volvió a exclamar “¡aquí estoy ya!”, “¡cobardes, cobardes!”. 

Llegados a este punto en el que se habían verificado la casi totalidad de las medidas posibles a adoptar sin que ninguna de ellas se coronase con éxito, el Juzgado que entendía de este asunto, al frente del que se hallaba el Juez Pablo de Pablos, ordenó la creación de una comisión facultativa para que tratase de esclarecer aquellos hechos. 

A lo largo de los trabajos iniciados por la comisión de expertos, las investigaciones comenzaron a apuntar, como posible responsable, a la joven Pascuala Alcocer ya que, en la mayoría de los casos, pero no en todos, había estado presente o, al menos en el domicilio, cada vez que el “duende parlante” se había manifestado. 

Se valoró la posibilidad de que esta joven padeciese lo que se denomina ventriloquía subliminal o inconsciente de orden histérica, es decir voces de personas, próximas a los hechos, que se producen de forma inconsciente al mover las cuerdas vocales y la laringe, lo que genera sonidos no siempre perceptibles para los demás presentes. 

De nada valió que se demostrase que la joven Pascuala no se encontraba en el domicilio en todas las ocasiones en que la enigmática voz se manifestó, ni tampoco que las voces fuesen perfectamente audibles y comprensibles para todos los que las escucharon, empezando por la propia Policía. Tampoco el hecho de que, tras la marcha de la joven, la misteriosa voz continuase escuchándose, incluso una vez el edificio fue desalojado de sus moradores. 

Ni siquiera se tuvo en consideración el informe facultativo emitido por los forenses, los doctores Penella Murt y Rost Ojer, que descartaron totalmente la posibilidad de que Pascuala fuese, inconscientemente, la autora de estos fenómenos. 

La joven Pascuala fue trasladada a su localidad de origen en el rural aragonés, sumida en una fuerte depresión, con todos los dedos apuntando hacia ella como única responsable de esta cadena de sucesos. 

La proliferación de las noticias en la prensa, tanto nacional como extranjera, provocó que cundiese la alarma social que se adueñó de la ciudad. De repente, Zaragoza había pasado al primer plano de la actualidad, circunstancia esta que no era vista con agrado por las Autoridades. 

Probablemente siguiendo instrucciones de la superioridad, el Gobernador Civil hizo pública una nota de prensa conminando a la calma entre la población, asegurando que se daría con el responsable de aquellos sucesos y que el asunto quedaría aclarado. En la nota señalaba, “…Al objeto, pues, de evitar ridículos y situaciones poco gratas, creo que será prudente y necesario silenciar el asunto hasta que la policía descubra al que, con sus espaciadas monosílabas frases, ha llegado a atraer la atención del país y tal vez preocupar a algunas personas”. 

En esta fase de los hechos, el Juez de Pablos, responsable del Juzgado de Instrucción nº 2 de los de Zaragoza, traspasó las actuaciones en favor del Juzgado Municipal nº 3, al frente del que se hallaba el Juez Luis Fernando, quien retomó las investigaciones ayudado por el Dr. Gimeno Riera. 

El 3 de diciembre, la misteriosa voz se materializó por última vez exclamando, en tono amenazante, delante de varios Inspectores y Agentes del Cuerpo de Vigilancia y Guardias de Seguridad, “¡voy a matar a todos los habitantes de esta maldita casa, cobardes!”. A partir de ese instante el “duende· desapareció para siempre. 

Ese mismo día el Juez del Juzgado Municipal nº 3, emitió su informe final con el que deja cerrado el asunto, en el que señalaba “…Las experiencias realizadas demuestran con absoluta claridad que la voz es debida a un fenómeno psíquico que solo se produce en determinadas circunstancias… Bajo el punto de vista científico no puede ser más interesante y sugestivo, pues aunque no es el primero que se produce, son muy contados los que se registran en la historia médica. Las actuaciones practicadas serán archivadas hoy, por no haberse encontrado persona responsable de la falta. El misterioso suceso ha quedado totalmente aclarado”. 

De igual modo, el Gobernador Civil de Zaragoza, Otero Mirelis, declaró públicamente lo siguiente: “…Con la habitación iluminada y a oscuras, el resultado fue satisfactorio… Todo lo que no sea reconocer esto, es deseo de sacar las cosas de quicio y adoptar posiciones falsas que no quiero calificar”. 

Tanto el informe final del Juez Municipal como las declaraciones del Gobernador están rodeadas de ambigüedad, con frases que parecen decirlo todo y, sin embargo, no dicen absolutamente nada, ni nada aclaran. 

Más enigmática fue la información facilitada por el Dr. Gimeno Riera que, junto con el Juez y otros testigos, escucharon la misteriosa voz en la tarde del día 3 de diciembre, última vez que se manifestó. El Dr. Gimeno señaló, “…por fin, he oído la voz, si es que se puede llamar voz a un sonido apagado y que da cierta impresión de lejanía… Me ratifico en cuanto dije el primer día… Al punto que han llegado las cosas, lo mejor que yo debo hacer, es dar el asunto por terminado y callar… Mi posición en el asunto es peligrosa, puedo escudarme incluso tras el secreto profesional”. 

Al parecer, aunque este hecho se relacionó posteriormente, en la noche del 2 de diciembre, falleció, en el mismo barrio donde se encontraba el edificio origen de estos sucesos, la médium Asunción Jiménez Alvarez, de la que ya hemos hablado y que, al parecer, había realizado una sesión de contacto en el inmueble. Fueron muchas las personas que relacionaron este funesto asunto con el misterioso “duende” ya que, por lo que manifestaron algunos testigos, la mujer comenzó a sentirse indispuesta el día en que realizó la sesión. 

Según algunas fuentes, a la comisión de expertos creada para aclarar estos hechos se invitó también a los doctores Murtz y Ojer, quienes realizaron una serie de observaciones y audiciones, valiéndose de medios técnicos disponibles en la época y cuyos resultados, que se silenciaron, se dieron a conocer a la Autoridad judicial y gubernativa que ordenó clasificarlos como “reservados”. Cuarenta años después, algunos de estos datos se filtraron y en ellos se señala, como resultado final, que “no se pudo encontrar explicación alguna que justificase aquellos sucesos”. 

Con el paso de los días y por la presión ejercida desde el Gobierno Civil, la prensa comenzó a relegar el asunto a un segundo plano hasta que, finalmente, se le dio carpetazo pese a que nadie pudo encontrarle una explicación física ni mecánica que lo justificase de forma fehaciente. 

Visto desde la óptica de hoy en día, y manejando toda la información disponible, creemos que fue la censura la responsable de darle carpetazo a este extraño asunto al que jamás nadie encontró una explicación razonable que los justificase por más que se intentó. 

En un alarde para cerrar bocas, incluso algún periódico de la época llegó a decir, tiempo después, que, tras la jornada del 3 de diciembre, el “duende”, en carne y hueso, se presentó ante la Autoridad judicial para declarar que todo había sido muñido por una firma comercial que preparaba el lanzamiento de un producto, aunque luego, dado el cariz de los acontecimientos, se dio la campaña por terminada para evitar serios contratiempos. 

Por lo que hemos leído sobre el asunto, dudamos muy seriamente que esta explicación sea la verdadera ya que, de ser así, la Autoridad, especialmente la gubernativa, se encargaría de propagar la noticia y desde luego, la Autoridad judicial habría tomado alguna resolución contra el fraudulento “duende”. 

De una forma u otra, pasados ochenta y cinco años, aquel asunto sigue, en apariencia sin resolverse. ¿Se le dio carpetazo por algún motivo concreto?, ¿por no encontrar una explicación razonable que lo justificase?; ¿existe, en alguna parte, algún documento que la censura de aquellos años -también la había entonces- no permitió que viese la luz?; ¿qué fue lo que realmente informó la comisión de expertos creada al efecto?; ¿dónde está el atestado policial de aquellos hechos? 

Preguntas y más preguntas para las que no hemos hallado una respuesta, ni creemos que podamos llegar a encontrarla jamás. 

Tras aquel cierre del asunto, muy posiblemente en falso, tan solo un año y medio después la guerra civil vino a poner un trágico paréntesis en la vida normal de toda España y a su conclusión, bastante se tenía con la recuperación de la nación como para acordarse del famoso “duende” que, finalmente, cayó en el olvido. 

Para nosotros, al estudiar la historia de nuestra querida Policía, nos encontramos con este suceso que bien se puede considerar un “poltergeist” en los anales de la historia de la Policía Española. 

Hoy en día, de aquellos hechos queda el recuerdo en una placa colocada en el número 2 de la calle Cascón de Gotor, un nuevo edificio que se construyó al ser derribado aquel que fue testigo de los hechos relatados, en la que se lee “edificio duende” y que, la mayor parte de los zaragozanos, ignoran la razón de tal nombre. 

Bibliografía: 

Hemeroteca ABC 
Hemeroteca “La Nación” 
Hemeroteca “Crónica” 
Hemeroteca “The Times” 
Otras fuentes 

José Eugenio Fernández Barallobre, 
Inspector del C.N.P.
(artículo publicado en la Revista "Policía") 










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